Albert Rivera, al final de la escapada
Javier Huerta
Albert Rivera podía haber sido el gran referente generacional y regeneracionista. Pero de repente emprendió una huida hacia no se sabe dónde y este lunes, apenas unas horas después de su Chernobil amargo, dio el mejor discurso de su vida para decir que deja la política y que va a dedicarse a amar a los suyos.
La versión más auténtica del ex presidente de Ciudadanos llega después de su estrepitoso fracaso, con su relato más romántico ("Voy a ser mejor pareja"), un canto a la libertad que late en su corazón, abatido por las balas de dos millones y medio de votantes que vaciaron sus cargadores en la diana naranja del líder más contradictorio jamás conocido. Frente a este romanticismo están los resultados de Cs: sus electores no militaban en la causa por ser liberales. Su voto era estratégico. El andamiaje ideológico del falso centrista ha sido tan frágil como el castillo de naipes de este apostador llamado Rivera, que se lo jugó todo a la carta del duelo al sol con Pablo Casado, ese sol que no le dejó ver el paisaje completo. Albert Rivera desaprovechó la suma del 28-A, purgó a los compañeros que le advirtieron de lo que iba a ocurrir y luego levantó el veto a Pedro Sánchez en una de las escenas más patéticas de este enamorado que se ha desplomado sobre el asfalto de la realidad. Porque todo el mundo sabía lo que iba a pasarle a Rivera menos él mismo, y Tezanos, el sociólogo que se gasta dos mil millones de las antiguas pesetas de dinero público en fabricar mentiras.
Se va Rivera, pero ¿quién viene ahora? En la película Al final de la escapada, estrenada 20 años antes de que llegara al mundo el hombre que ha borrado del mapa a Ciudadanos, Jean-Luc Godard marcó el punto de inflexión entre un mundo que se apagaba y otro que comenzaba. Tras la noche triste de Ciudadanos, en la histórica escena de la despedida, me cautivó Inés Arrimadas, esa Jean Seberg jerezana que lloraba como una magdalena de Proust mientras escuchaba el desgarrador adiós de su jefe. Esa visión evocadora me recordó lo jóvenes que son estos ciudadanos. Tal vez ella lleve en sus entrañas, además del hijo que espera, la voluntad y la fuerza necesarias para comenzar a escribir tres mil magníficas páginas después del tiempo perdido por Albert.