Pruebas

BMW X5 25d xDrive: un punto de racionalidad


    Jorge Arenas

    El BMW X5 con motor diésel de 2 litros y 218 CV se encarga de abrir la gama y se convierte en una opción interesante para quienes busquen un SUV premium que no implique un gasto desmedido en el uso diario. Una opción recomendable para muchos usuarios.

    El BMW X5 xDrive 25d es la versión de acceso -con tracción integral- a la gama del todocamino alemán. Lo que tiene de particular, aparte de ser el más económico en su precio base, es que esconde en su interior un motor de diésel de cuatro cilindros. Para quien no esté familiarizado con las mecánicas de este tipo de coches, baste decir que hasta este momento no era muy habitual encontrar menos de seis u ocho cilindros bajo su capó, tanto en gasolina como en diésel. Al margen de unas prestaciones necesarias para mover estas moles de gran tamaño y peso, que además tienen una aerodinámica sólo correcta y generalmente se asocian a sistemas de tracción integral, estos motores iban irremediablemente ligados a la idea de todocamino premium.

    Pero los tiempos cambian, y si a los segmentos inferiores les ha tocado asumir la miniaturización de sus motores, a los superiores no les queda más remedio que empezar a pasar por el mismo aro. Si nos fijamos en la competencia del BMW X5 que hoy probamos vemos que, por ejemplo, Mercedes tiene disponible un ML con un motor de cilindrada y potencia similares, también de cuatro cilindros. Si miramos al futuro cercano, el Volvo XC90 que saldrá al mercado este mismo verano ofrecerá únicamente propulsores de cuatro cilindros en su gama. Así que habrá que irse acostumbrando.

    ¿Es lo bastante apropiado el motor 25d para un BMW X5?

    He aquí la gran pregunta. Estamos de acuerdo en que hay que adaptarse a los tiempos que corren y que las normativas anticontaminantes imponen sus reglas, pero esto no quiere decir que un X5 sea igual de bueno con esta mecánica de acceso que con las que tiene por encima. Es momento de resolver la duda y para ello nos subimos a bordo de nuestra unidad de pruebas durante varios días en los que no paramos de hacer kilómetros por todo tipo de entornos.

    Lo primero que llama la atención, como era de esperar, es la falta de finura. Si ponemos en relación al 25d con el 30d, vemos que el segundo es mucho más sedoso, vibra menos y tiene un sonido más agradable. También se nota una falta de empuje al pisar el acelerador, a pesar de sus 218 CV. Pero claro, todo esto lo notamos por comparación. Y lo cierto es que si atendemos a las cifras, nos damos cuenta de que no es que el 25d sea lento, sino que los 30d y 40d son muy rápidos. El modelo que estamos probando es capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en 8,2 segundos, de recuperar de forma solvente y de alcanzar una punta de 220 km/h. Si esto lo analizamos desde un punto de vista objetivo y tenemos en cuenta que es un coche que pesa más de 2.100 kilogramos, no nos queda más remedio que rendirnos ante la evidencia: por prestaciones, es un motor más que solvente. Es más, según van pasando los kilómetros nos vamos acostumbrando a sus reacciones y empezamos a no echar en falta un sólo caballo.

    Otra cosa que empezamos a olvidar es el ruido y las vibraciones que comentábamos al inicio ya que, una vez en marcha, desaparecen. Por ejemplo, en un viaje por autovía a velocidad sostenida, este BMW X5 se mueve de forma silenciosa, así que este apartado quizá no suponga tanto problema.

    El consumo como argumento definitivo

    Y ahora es cuando llegamos al punto verdaderamente interesante. El argumento aplastante que acaba de decantar la balanza en favor del motor diésel de cuatro cilindros: su consumo. Antes de empezar la prueba ya sabíamos que no íbamos a alcanzar esos 5,8 litros oficiales de gasto medio, pero lo cierto es que los 7,5 litros registrados tras más de 1.000 kilómetros recorridos por ciudad, autovía y reviradas carreteras de montaña (a plena carga) nos parecen más que correctos. Probablemente, el cambio automático Steptronic de 8 velocidades tenga mucho que ver en esta contención de gastos.

    Por todo lo demás, el BMW X5 25d es un coche dinámico pero muy cómodo, amplio en su interior y con un maletero de 650 litros. Quien quiera puede elegir una tercera fila con dos asientos extra, siempre y cuando esté dispuesto a pagar 2.350 euros por ello y a perder 75 litros de maletero. Por otra parte, este motor es el único que puede asociarse a la tracción trasera en el X5, así que todo aquel usuario que tenga claro que no necesita cuatro ruedas motrices puede optar a esta variante y, ya de paso, se ahorrará 3.000 euros.

    Sin embargo, el modelo que hemos probado en Ecomotor es el de tracción integral xDrive. A nuestro juicio es el más recomendable porque aumenta de forma considerable las posibilidades de uso, sobre todo, en esas posibles escapadas a la montaña en las que se circula por pistas, nieve y demás superficies deslizantes.

    A modo de conclusión diremos que quizá este X5 no sea el más deseable de la gama, pero no por ello deja de tener sentido. Como escalón inicial es una opción muy correcta y además tiene argumentos de sobra para meterse en el bolsillo a muchos clientes. ¿Quién dice que un SUV premium no puede aportar un toque de racionalidad?

    Ficha técnica

    Motor: diésel, 4 cilindros

    Potencia: 218 CV a 4.400 rpm

    Par: 450 Nm a 1.500-2.500 rpm

    Consumo medio: 5,8 l/100 km

    Cambio: automático, 8 velocidades

    Tracción: integral

    Velocidad máxima: 220 km/h

    Aceleración 0-100 km/h: 8,2 segundos

    Maletero: 650 litros

    Precio: desde 61.250 euros




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