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¿Por qué verde, amarillo y rojo? La historia de los colores del semáforo


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    Hoy en día los semáforos están integrados en la sociedad como un elemento insistituible más para velar por la seguridad de la circulación, no obstante, este elemento que ya acumula más de 100 años de vida guarda una historia cuanto menos curiosa.

    Para comenzar, es necesario resaltar que su origen nada tiene que ver con los coches, pues nacieron para regular la circulación de los trenes antes de que naciese el primer automóvil propulsado con motor de combustión (1886). Concretamente es necesario retroceder hasta 1842 para datar la llegada del semáforo al ferrocarril de Croydon, (Inglaterra), el cual fue el encargado de introducir por primera vez este dispositivo en las vías. Asimismo hubo que esperar hasta 1914 para que Cleveland (EEUU) colocase el primer semáforo eléctrico, cuya mecánica dista mucho de la empleada anteriormente. En España, el primero se instaló en 1926 en el cruce de la calle de Alcalá con Barquillo de Madrid.

    Evidentemente, los primeros discos eran artilugios muy alejados de lo que se entiende hoy en día por semáforo. Estos solo contaban con dos colores (rojo y verde) y no tres como los de ahora. Además, cabe recordar que el funcionamiento de estos semáforos estaba basado en un motor de gas e iban a unidos a un brazo mecánico que permitía la centralización, es decir, que una persona encargada de su funcionamiento regulara varias señales a la vez desde un punto concreto. Mediante un mecanismo de polea, tensando y destensando los cables, se conseguía bajar y subir el brazo mecánico al que estaba unido el semáforo.

    Pero, ¿por qué entonces se utilizaban también estos dos mismos colores? En el caso del rojo, principalmente por su significado. En la cultura occidental el rojo simboliza el peligro, la ira y la advertencia, con lo que se ajustaba a las necesidades. Además se trata del color con la mayor longitud de onda, por lo que es el que antes detecta el ojo humano. Una razón que justifica su uso hoy día.

    Más curiosa aún es la historia de la luz verde. En la actualidad significa que los automóviles tienen vía libre para circular, no obstante, esta, en un principio, era identificada por los conductores de trenes como "pasar con cautela" (lo que es el ambar ahora) y por contra una luz blanca era la que se traducía como "vía libre". Algo que solo duró unos días, pues se relacionó el accidente de un tren durante una noche con la visibilidad confusa del color blanco. A raíz ahí, el color verde y el rojo cobraron su significado actual.

    En 1915, un año más tarde de la llegada del semáforo de dos colores, Detroit (EEUU) sumó el amarillo por primera vez. Nació así el ambar. Este tiene una longitud de onda más larga que el verde y muy parecida al rojo, por lo que ciñiéndose únicamente a ese criterio bien podrían ser intercambiados sin restar visibilidad a los conductores. De hecho, como curiosidad, desde la llegada de los automóviles hasta mediados de la década de los años 50 muchas de las señales de prohibido el paso eran de color amarillo y no rojo, pues se veía mejor en la oscuridad de la noche.




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