Ford Nucleon: el coche atómico movido por energía nuclear
Ahora que estamos buscando con urgencia energías alternativas a las fósiles, merece la pena recordar algunos sonados proyectos del pasado que iban en ese sentido. Uno de los más espectaculares fue sin duda el de Ford en plenos años 50, cuando la energía nuclear para usos civiles se vislumbraba como el futuro. El coche nuclear en la actualidad: desarrollan un motor de torio que no haría falta repostar.
Si bien es cierto que el proyecto no pasó del estado de maqueta y un esbozo tecnológico, los ingenieros de la marca abrieron en 1958 una vía de desarrollo para automóviles que irían alimentados por una pequeña pila nuclear.
Recordemos que un año antes el submarino nuclear de la armada norteamericana Nautilus SSN 571 había navegado sumergido 60.000 millas (Equivalentes a 20.000 leguas rindiendo homenaje al capitán Nemo). Y ese mismo año había sido el primer navío en llegar hasta el Polo Norte desplazándose bajo el casquete ártico.
Tras los horrorosos desastres causados por la energía atómica en Japón durante la guerra, aparecía el lado amable de la fisión nuclear, que además ya empezaba a suministrar abundante energía mediante las primeras centrales de producción eléctrica.
8.000 kilómetros de autonomía
La idea propuesta por el Nucleon era un automóvil que equiparía un pequeño reactor, similar al del Nautilus pero a escala reducida, y que era alimentado por unas pequeñas cápsulas de combustible radioactivo, en concreto uranio. La propuesta era sin duda interesante sobre el papel, pues cada una de estas cápsulas sería capaz de garantizar una autonomía máxima de 8.000 kilómetros. Cuando el combustible estaba cercano a agotar su poder energético, serían sustituidas en un taller especializado.
Naturalmente, la idea fue pronto desechada tanto por Ford como por Studebacker, otra marca que se mostró interesada por esta innovadora tecnología. Aunque sobre el papel la miniaturización de un reactor nuclear era factible, ningún ingeniero se sintió capaz de garantizar la seguridad necesaria para eliminar cualquier fuga de radiación que pudiera afectar a los ocupantes o personas cercanas al Nucleon.
El intento quedó para la historia y para el museo Ford, donde reposa la maqueta reducida del Nucleon, el que iba a ser el primer coche atómico del mundo.