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Jesús Gil y Gil, 15 años sin el rey del mambo: cosas que no sabías del alcalde más corrupto


    J. Moriarty

    Montado en su caballo, desde lo alto de una loma, Chisum (John Wayne) divisaba con instinto avasallador sus posesiones, hasta donde se perdía la vista en un horizonte infinito. En Ávila, que no en Texas, a lomos de Imperioso, ese caballo de leyenda que estaba a años luz de Rocinante, Jesús Gil y Gil en más de una ocasión se creyó el 'Rey del Pecos' mientras cabalgaba las mil hectáreas de su fabulosa finca Valdeolivas, donde falleció a causa de un fallo cerebral en 2004, a los 71 años. Todo en él fue una desmesura.

    La víspera de San Isidro, el 14 de mayo, se cumplieron 15 años de la muerte de Gil y Gil, un tipo tan excesivo que posiblemente no hubiese obtenido un papel estelar en Los Soprano, quizá sí entre los Reyes del mambo. Este 'ostentóreo' personaje, de quien Radomir Antic, el entrenador del Doblete, llegó a dudar durante mucho tiempo que estuviera muerto –él lo situaba en Venezuela viviendo como un marajá, porque no vio su cadáver-, dejó una herencia de 856 euros a su mujer, María de los Ángeles, y a sus hijos, Jesús (57 años), Miguel Ángel (56), Myriam (54) y Óscar (50), así como una serie de empresas valoradas en 600.000 euros en la fecha de su fallecimiento. De esta manera, la familia quedaba liberada de hacer frente a los pufos que el difunto había generado. En 2011, el Tribunal de Cuentas aún reclamaba una deuda de 105 millones de euros a la familia. Sigue el litigio.

    Después de muchas persecuciones y una montaña de cadáveres, al famoso Al Capone le trincaron por evadir impuestos. El Gobierno Federal le condenó a 11 años de cárcel que cumplió en Alcatraz. Gil ingresó por vez primera en prisión en 1969 –edificó sin licencia y murieron 58 personas el día de la inauguración del edificio en Los Ángeles de San Rafael-. Estuvo 18 meses entre barrotes. Franco le indultó. Treinta años más tarde pasó otros tres días en el calabozo y cuatro más en la enfermería de la prisión de Alhaurín, acusado de "malversación de caudales públicos, prevaricación y falsedad documental", cuando era alcalde de Marbella. Tres años más tarde fue huésped de Alcalá Meco durante seis días por idéntica acusación y el 'caso camisetas' –el patrocinio del Atlético de Madrid por 450 millones de pesetas sin que el ayuntamiento lo aprobara-. Tenía 68 años. Entró el 11 de abril de 2002, once días más tarde de haber presentado la dimisión en la alcaldía marbellí. Le habían inhabilitado para cargo público durante 28 años. De los seis meses de arresto apenas cumplió una semana. La mala salud, buscándolo o encontrándolo, le estuvo avisando hasta que murió.

    A Gil le descubrieron más trampas que a Alphonse Gabriel Capone; le condenaron sus hechos, sus chanchullos, pero sobre todo su entrada en política. Daba miedo y su populismo, mezclado con un carisma cheli, era una amenaza para el sistema y para los partidos políticos institucionales. El GIL (Grupo Independiente Liberal) avanzaba más allá de Marbella y había que cortarle las alas. Su crecimiento casi fue a la par que la salida a la superficie de sus múltiples escándalos.

    Gil se hizo con la presidencia del Atlético de Madrid en 1987. Utilizó una baza electoral poco común para dirigir el timón del equipo rojiblanco: apareció con Paulo Futre, la perla del fútbol portugués, como el mejor soporte de su candidatura. Años más tarde Florentino Pérez copió la táctica con idéntico éxito para alcanzar la presidencia del Real Madrid de la mano de otro astro portugués, Luis Figo. Ganó, y Futre terminó cobrando parte de sus emolumentos en especie, apartamentos de Marbella, como algún que otro compañero suyo. Cuando él llegó a la presidencia rojiblanca, el Atlético había ganado 8 títulos de Liga y el Barcelona, diez. Al final del mandato de Gil, tras su dimisión en mayo de 2003, el Barça había sumado seis títulos más y el Atleti, solo uno, el del Doblete (1995-96).

    En sus 16 años al frente del Atlético, los escándalos se sucedieron al ritmo del cambio de entrenador: utilizó 29 técnicos y se convirtió en una empresa de servicios, por la compraventa de jugadores. Los hubo de toda condición y pelaje; buenos, malos y regulares; blancos, como Gerhard Rodax, y negros como el betún, caso del 'Tren' Valencia. Al austriaco Rodax lo fichó en 1990 del Admira Wacker, después de haberle deslumbrado en un partido con su selección contra España.

    Según las cifras más o menos oficiales y sobre todo filtradas por fuentes muy interesadas, Rodax costó 400 millones de pesetas, que en realidad fueron 750. La añagaza se descubrió cuando la traductora del contrato del alemán al español habló con un amigo periodista y, sin darle la menor importancia al asunto, reveló que el coste de la operación se elevaba a 350 millones de pesetas más de los declarados a los medios. Gil puso a caer de un burro al periodista, pero nunca le denunció. Fueron 750 millones de pesetas, de lo que se deduce que una tajada importantísima terminó en los bolsillos de alguien, por un jugador que no pasó de la primera temporada.

    En estas componendas se descubrió otro pastel con aquel asunto de los "negritos", cuatro jugadores jovencísimos que supuestamente le habían costado al Atlético 2.700 millones en 1998, cuando uno de ellos, a priori la figura de los cuatro, el brasileño Maximiliano de Oliveira, llegó a Madrid con su madre y poco más o menos que el viaje y la estancia pagados. Terminó de albañil. De todos, solo Lawal llegó a tener un cierto estatus, tras pasar por Atlético, Leganés, Jerez y Albacete; pero no se ganó la vida con el fútbol, tampoco él.

    Pero si algo levantó ampollas entre la parroquia rojiblanca fue la conversión del club en Sociedad Anónima Deportiva, en julio de 1992. Para el enjuague, se juntaron dos buenas piezas: por un lado, Mario Conde, el prestamista, y por otro, el prestatario, Jesús Gil y Gil. La historia en síntesis: último día para la conversión, al filo de la media noche veraniega, Gil y Gil llega al Consejo Superior de Deportes con un cheque de 2.060 millones de pesetas que le había proporcionado el presidente de Banesto, para hacer frente a la capitalización de la SAD. Una vez obtenido el sello y la aprobación, no habían pasado ni 24 horas cuando el dinero volvió a las arcas del prestamista. Fue una jugada que ha perseguido y perseguirá a Gil, a su familia y a Cerezo, quien accedió a la presidencia del Atlético cuando Gil dimitió a la fuerza. No obstante, el delito hace tiempo que prescribió.

    Con Gil y Gil en la poltrona el Atlético bajó a Segunda en la temporada 99-00 y pasó dos añitos en el Infierno, hasta que Luis Aragonés lo ascendió. Para entonces, Miguel Ángel, el segundo hijo, ya tomaba posiciones dentro del club. Hoy es el consejero delegado con un sueldo anual de un millón de euros. Miguel Ángel, Calan, es veterinario y donde de verdad disfruta es en Vadeolivas, entre ganado vacuno (también toros), equino y porcino, entre muflones, venados y jabalíes. El palco del Metropolitano, como antes del Calderón, no lo pisa. Cuando empieza un partido del Atlético, él se pierde y no vuelve a conectar con la realidad hasta que el encuentro ha terminado.

    Miguel Ángel (56 años) es el segundo hijo del matrimonio de Jesús y María de los Ángeles, casados a pesar de la oposición de Guadalupe, la madre de Gil y Gil. Calan, dos hijas con su primera pareja y dos hijos con la segunda, no quiere saber nada del pasado municipal de su padre, aunque todavía se mantienen siete causas abiertas que de una forma u otra le persiguen.

    El primogénito es Jesús (57 años). Dejó el hogar paterno a los 17 años y a los 22 fundó Gilmar, empresa inmobiliaria y de servicios. Fue alcalde de Estepona con el GIL entre 1995 y 1999 La oposición le acusó de haber distraído 11.000 millones de pesetas. El único descuadre de las cuentas, según se ha podido comprobar, fueron 34.200 euros. Negocia también con fondos soberanos.

    La tercera de la familia es Myriam (54), quien ejerció de secretaria de su padre hasta el final de los días de éste. Todavía gestiona algunas de esas empresas. El cuarto hijo es Óscar (50). Se encarga de la urbanización Los Ángeles de San Rafael, 2.000 hectáreas y 4.500 vecinos. Durante dos años estuvo saliendo con Leticia Sabater y dicen que, como su padre, acostumbra a llevar en el bolsillo un buen fajo de billetes, enrollados como un cilindro.

    Más allá de los apellidos, de algún rasgo común y una vista de águila para los negocios, los hijos de Gil comparten con el difunto una afición desmedida por el parchís. Podría decirse que son jugadores profesionales, si es que existe esa variedad. Gil y Gil, antes de los derbis, solía jugar con Lorenzo Sanz, presidente del Madrid, partidas de parchís que terminaban costando al perdedor más de dos y de tres millones de pesetas, y el perdedor solía ser Sanz. Gil era un profesional, y tal y tal.