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La verdad sobre los supuestos abusos sexuales en Telecinco denunciados por Karmele Marchante


    Sara Tejada

    En la era de Harvey Weinstein el concepto de abuso en la industria del llamado entertainment evoluciona para proteger los derechos de las personas. A diario salen a la luz testimonios de mujeres que denuncian situaciones que van de la incomodidad al delito. Karmele fue tertuliana de Sálvame durante años pero hace ya casi uno que visitó al plató de Telecinco por última vez. El pasado mes de agosto, la periodista catalana ya denunció que había sufrido "acoso, violencia de género y vejaciones" durante su paso por el programa y hace días  dio más datos de lo ocurrido a raíz de las palabras de Paz Padilla en la que pedía perdón a sus compañeros, tal y como adelantábamos en Ecoteuve. En Informalia hemos querido hablar con antiguos integrantes del programa y también con compañeros que trabajan para ver qué hay de cierto en tan grave acusación.

    Karmele Marchante "no perdona" a Paz Padilla e insiste en su denuncia. "Lo hacían en connivencia con la dirección. Acosar, humillar, maltratar, disfrutar haciendo daño, bullin [sic], un director sobándome, metiendo mano, tocando tetas......YO NO PERDONO", escribía en Twitter.

    Karmele, de 71 años, arremete contra la llamada cúpula del espacio de La Fábrica de la Tele y suelta la bomba de que uno de los directores del programa de Telecinco le metía mano y le tocaba los pechos pero no ha hecho una denuncia ante los tribunales, o al menos no nos consta, y eso a pesar de las insistencias de muchos seguidores después de que las redes ardieran ante semejante comentario.

    A sus 71 años, Karmele vive algo más tranquila tras abandonar en el año 2016 el magacín vespertino después de batallas con casi todos sus compañeros. Nada menos que siete años había estado casi cada tarde en el plató. Poco a poco fue alejándose del ambiente de corazón y de realitys que generalmente aborda el formato para asumir el papel de opinadora política y social en redes, con un discurso independentista que la catalana exhibe ahora cuando puede. 

    No es descartable que Karmele, que se fue sin despedirse de nadie, se sienta despechada y maltratada por sus antiguos compañeros pero, sin entrar a valorar si sus acusaciones son fruto del rencor, es evidente la relación con sus ex compañeros no es buena y que no hay una denuncia como tal. 

    "Karmele es y ha sido siempre una persona muy rara", explica a Informalia un antiguo colaborador que recuerda que "solo come yogures". "Es verdad que en algunos momentos y después de años viéndonos cada tarde, pudiera haber tenido lugar algún roce físico, pero en un tono completamente amistoso, con humor y desde luego consentido por todos", repite nuestro informante, que se niega a que le indentifiquemos. 

    Otra persona que también se sentó en el plató y que coincidió con Karmele un tiempo matiza el asunto: "Lo de los tocamientos no creo que sea cierto, en el modo en que lo cuenta Karmele al menos, pero sí es verdad que las presiones para que sacáramos asuntos de la vida íntima llegaban a extremos impensables", apunta. ""Los productores presionaban a los directores, los directores a los contertulios, y la pelea llegaba al espectador. Es así como funciona", señala. "Éramos títeres a sueldo movidos por la productora que nos toma por frikis, que es lo que somos", nos dice.

    Ante la pregunta, en qué punto unas directrices de programa pasan a ser un posible acoso psicológico, la respuesta es difusa, como la frontera entre ambas cosas. "No todos los casos son iguales, desde luego, en cuanto al nivel de presión, pero tampoco los sueldos son calcados", recuerda nuestra fuente, que asegura no conocer ningún caso denunciado... "Si denuncias te vas a la calle, luego si ganas el juicio, después de años sin trabajar, como mucho te ofrecen un Deluxe si retiras la demanda, y te pagan con el caché del programa. Eso sí lo he visto", afirma.

    Esa impunidad de hecho contrasta con la versión que nos da una persona que sigue en la productora y que señala que allí se trabaja con oficio y respeto por las personas, aunque reconoce que la presión puede llegar a ser "insoportable". "Y dónde no?, pregunta.