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Cristina Cifuentes ha marcado un estilo propio en sus casi tres años de presidencia, y no solo en política

  • Este miércoles explica lo de su máster

J. Moriarty

Al menos hasta este martes, el presidente del Gobierno la mencionaba todavía por su nombre ante los periodistas y no utilizaba la expresión "esa persona", como ha ocurrido con otros populares defenestrados. Mariano Rajoy se refería a Cristina en Argelia por su apellido y decía: "¡Ah, Cifuentes!", cuando le preguntaban por el caso del máster. Pero a esa hora aún no había aparecido la novedad: que el acta que presentó como prueba de que había superado el dichoso máster es falsa, con al menos dos firmas falsificadas, y que el documento fue fabricado el mismo 21 de marzo, el día que el escándalo saltó a los medios. Tras la polémica comparecencia ante la Asamblea, se publica que el Tribunal que calificó el trabajo de fin de máster que no aparece no se reunió nunca.

Esto último, publicado por El Confidencial este jueves, horas después de que Cristina Cifuentes compareciera obligada por toda la oposición, complica más la situación, "una polémica estéril", en opinión del jefe del Ejecutivo.

El catedrático responsable de ese máster, Enrique Álvarez Conde, reunió este mismo martes en un despacho de abogados a las tres firmantes del acta para pactar una versión común de lo sucedido ante los investigadores internos de la universidad, hasta la ropa que llevaba Cifuentes aquel día. Las responsabilidades por estos hechos, de ser cierto lo adelantado por el citado medio, trascenderían lo político y podrían ser constitutivas de delito penal, en concreto de falsificación de documento público. El equipo de Cristina Cifuentes sostiene que ella no falsificó nada, que mostró el acta que le enviaron desde la cuenta del correo de la secretaría, o sea, del rector. Pero si es cierto que las firmas son falsas, Cifuentes puede ser un cadáver político salvo que este miércoles convenza de lo contrario a los representantes de la mayoría de los madrileños, incluidos los de Ciudadanos, que apuntala su Gobierno.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, reivindicó en su comparecencia en el pleno extraordinario de la Asamblea de Madrid que su título de máster en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) es "perfectamente real y perfectamente legal" pero la oposición no la cree y Ciudadanos anuncia que pedirá una comisión de investigación. Tanto PSOE, como Podemos o C's consideran que la presidenta no ha contestado a los numerosos interrogantes e irregularidades que se han ido filtrando. Gabilondo, del PSOE, anuncia moción de censura, a la que se une Podemos. Ciudadanos trata de alargar la agonía de la presidenta, a la que aún sostiene al frente de la CAM, impulsando la clásica comisión de investigación, un subterfugio que podría mantener en el cargo a la sucesora de Ignacio González pero que retrata a la formación naranja en su doble juego: criticarla pero apoyarla. La institución docente mientras tanto, está siendo despreciada: la Universidad Rey Juan Carlos atraviesa uno de los peores momentos de su historia. Una alumna se preguntaba este miércoles, tras el espectáculo de Cifuentes, quién querría hacer ahora un máster allí.

Hace menos de tres años, en junio de 2015, llegó a la presidencia de la CAM. Cristina estaba destinada a marcar la diferencia dentro del Partido Popular por su talante de cercanía al pueblo llano, su mantra de anticorrupción ante todo y su ideología rebelde dentro del grupo conservador. Pero a sus 53 años, la sucesora de Esperanza Aguirre e Ignacio González al frente de la comunidad de Madrid se ha encontrado con una piedra en su camino que para muchos puede enterrarla como política en activo.

"Hay muchas personas que necesitamos caricias y cariño, y yo lo necesitaba", le espetaba hace apenas dos meses a Bertín Osborne en Telecinco. Posiblemente ahora necesite más. Dada a recorrer platós, desde que hace dos semanas eldiario.es sacara a la luz el escándalo sobre su polémico máster, permanece enclaustrada de cara a los medios, parapetada tras un plasma o en las redes sociales, donde no admite preguntas.

Una fuente del partido de Albert Rivera vaticina que, de no aportar datos que prueben si inocencia en el master-gate pedirán al PP que si quiere seguir gobernando en Madrid con el apoyo de los naranjas, la quite y ponga una persona libre de sospechas de amaños irregulares, como hizo en Murcia ante una situación parecida. Ahora Cristina tendrá que dar explicaciones y toda la oposición advierte de que no serán tibios si los argumentos no convencen, como ya ocurrió la primera vez que habló del tema, sin admitir preguntas ni resolver multitud de interrogantes.

En minoría en el parlamento madrileño y con enemigos conocidos dentro de su propio partido, Cristina se juega en su comparecencia seguir siendo la niña mimada de la política madrileña. Es la séptima de ocho hermanos y dice que fue educada de una manera muy estricta. "Yo era muy rebelde de pequeña. Me decían a las diez en casa y siempre me pasaba", relataba en casa de Bertín. Vivió la movida madrileña en Malasaña, se hizo varios agujeros en la oreja y tuvo novios muy de izquierdas. 

Casada con su marido, Javier, desde hace 30 años, el arquitecto sufrió las consecuencias de la crisis inmobiliaria y se arruinó. "Cuando Javier pasó dificultades económicas, en algunos medios de comunicación le machacaron", contaba en una de sus comparecencias televisadas. El capítulo del máster la está haciendo pasarlo mal pero no es ni mucho menos lo peor de su vida. El tema del accidente de moto que sufrió en el paseo de la Castellana fue terrible. "Me llevó un coche por delante, salí por los aires. Estuve a punto de morir varias veces. Me salvó la vida el Samur, tenía 13 fracturas de costillas y el corazón traumatizado. La experiencia en la UCI marca un antes y un después. Se aprende porque aprendes a relativizar. Lo peor no es el dolor. Lo peor es el miedo. Cuando le pierdes el miedo a la muerte se lo pierdes a todo", reflexionaba.

Republicana (aunque defensora del rey Felipe y la reina Letizia), agnóstica, defensora del matrimonio homosexual, su etiqueta de verso libre dentro del PP le ha generado cierto crédito en la zona del centro político pero también enemigos en el ala derecha y en determinadas zonas medáticas. "Me iría a tomar una copa por ahí con Albert Rivera, que le tengo mucho cariño", decía en televisión. Pero ahora el líder naranja asegura que no se van a andar con paños calientes. "También me iría a tomar cañas con Pablo Iglesias. Bueno, una caña", matizaba. En Podemos van a por todas y dan por hecho que lo suyo con el máster es tráfico de influencias y amaño puro y duro.  

Con cinco tatuajes confesados, la presidenta confiesa que es adicta a pintarse la piel. "Mi cicatriz de la traqueotomía me recuerda que estoy viva", ha dicho sobre su tatuaje 'más natural'.

Otra de sus peculiaridades es que detesta cocinar. Tal y como reconoce, quizás no le puso empeño porque nunca tuvo que hacerlo. Uno de los ingredientes que más odia es la cebolla, y su plato preferido son los huevos rotos con jamón. En cuanto a sus bebidas preferidas, le encanta brindar con vino blanco o cerveza y adora ir de cañas por los bares típicos de Madrid.

También es conocido su personalísimo estilo a la hora de vestir. Utiliza americanas de todos los colores, le encantan las prendas llamativas, y su presencia en la Fashion Week madrileña es habitual. Recordemos que Cristina Cifuentes tiene la costura como una de sus grandes pasiones y que cuando era muy joven, ella misma era la que se tuneaba la ropa. 

¿Quién le iba a decir a Cristina Cifuentes cuando presumía hace dos años de hijo licenciado en Dirección y Administración de Empresas que su paso por la Universidad le iba a acarrear tantos problemas?

Según ha confesado, logra mantener la misma talla de ropa desde hace años, lo cual le viene muy bien para aprovechar la ropa. Su estilo va de Pontejos, una tienda clásica de Madrid a marcas 'made in Spain' como Zara, Adolfo Domínguez, Mango o Devota & Lomba. 

Junto a su 'amiga' Carmena, vemos a Cifuentes, de Devota & Lomba. En los  Goya 2018:  combinó un vestido sin mangas y cuello redondo, bajo una chaqueta de mangas geométricas, versión de un abrigo largo en tela de paño.