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La exclusiva regalada de Isabel Pantoja o el ocaso de los buenos paparazzi

  • Los precios de los reportajes, por los suelos

Sara Tejada

Cuando Chabelita Pantoja vio este martes la portada de Hola con su madre en traje de baño, despejó cualquier duda: "Ni exclusiva ni nada; no era para nada una exclusiva. Pensamos que no había nadie aunque sabemos que al estar en Ibiza podía pasar… No sé si se enfadará, quería pasar unas vacaciones tranquila, pero ya está hecho, al fin y al cabo estaba disfrutando y ya está", dijo la hija de la tonadillera.

Si los 40 o 50.000 euros que se supone se han pagado por las primeras fotos de Pantoja en bañador desde hace muchos años tienen que repartirse entre cuatro fotógrafos y otras tantas agencias que firman el reportaje de Hola, la cifra resulta una minucia comparada con los 36.000 euros (seis millones de pesetas) que se llevaron los reporteros Diego Arrabal y Jorge Ogalla en 1995 (¡hace 22 años!), cuando consiguieron captar los juegos de Isabel y María del Monte saltando cogidas de la mano entre las olas de Caños de Meca (Cádiz), portada memorable de la revista Diez Minutos.

En aquella solitaria playa gaditana, Isabel y María dieron rienda suelta a su entrañable amistad sin saber que los dos papparazzi estaban apostados entre las dunas, medio amparados por una sombrilla que compraron para la ocasión en un mercadillo.

El catalejo de una amiga de María y Pantoja que vigilaba a posibles intrusos no vio a los periodistas y las fotos se convirtieron en la exclusiva del año. O de muchos años, con efectos colaterales previsibles. A Encarna Sánchez, ex amiga despechada de la tonadillera, casi le dio un soponcio. Y otras fotos del reportaje que fueron descartadas por su intenso contenido, acabaron en la papelera o en un cajón cerrado con siete lleves. Vaya usted a saber.

La crisis del mundo del corazón se hace evidente: 50.000 euros de hoy, si la cifra es cierta, son muy poco comparados con aquellas carreritas marinas en una playa desierta. No son pocos los fotógrafos que han cambiado su profesión por otras tan nobles como las de taxista o camarero para poder llegar a fin de mes. Igual que las agencias especializadas, que desaparecen, ganan menos o reinventan sus modelos de negocio con nuevas ventanas comerciales. Otra cosa es que haya quien crea que Isabel Pantoja ya no vende. Las agencias que han seguido las vacaciones ibicencas de Isabel Pantoja y su familia han tenido que alquilar lanchas, pasar unos días en la isla esperando la salida al mar de los Pantoja y pagar los precios abusivos que se gastan por allí. Un desembolso importante. El trabajo de estos paparazzi nos permite ver a Pantoja a los 61 años, cumplidos precisamente este 2 de agosto, con un desvaído bañador azul, serena y pensativa, en la popa del barco, en una imagen que para muchos recuerda el último baño de lady Di en el yate de Dodi Al Fayed, en vísperas de su accidente mortal en París.

No, Pantoja no es Diana de Gales ni sus fotos en Ibiza tienen el morbo, la carga dramática y la dimensión histórica de la princesa de Gales. Isabel es hoy una mujer derrotada, que ha pasado dos años en la cárcel, que ha vuelto a los escenarios sin el éxito esperado, que se ha visto obligada a vender sus posesiones y que, mientras se bañaba en Ibiza (por cierto, con un churro/gusanito de gomaespuma, de los que usan niños y gente mayor para nadar), escuchaba en las noticias que su casa de Marbella, que fue La Pera, estaba siendo derruida. De allí salieron camino de prisión Julián Muñoz y la propia Isabel.

Hay otras fotos de Isabel en el agua que casi nadie recuerda hoy día. Eran los tiempos en que vivía su romance con Diego Gómez, aquel señor tan alto, director de un casino de juego y recambio sentimental de Isabel cuando acabó su amistad con María del Monte. Aquellas imágenes fueron robadas y muy bien pagadas pero Diego no era María del Monte. Para exclusivas de Isabel, las de antes. La que firmó el gran Tico Medina en Hola, en 1.985 como viuda de España, un año después de la muerte de Paquirri. La revista se agotó en los kioskos y a Isabel le pagaron 20 millones de pesetas de aquella época (120.000 euros) por contar sus penas.

Con el tiempo, el caché fue bajando, las declaraciones de Isabel perdieron contenido y en sus entrevistas exclusivas tenía que repartir caché con su periodista de cabecera, Chelo García Cortés, que seguía un guión pactado y sin la sustancia que solo consigue la espontaneidad.

Como su comparecencia este año en El Hormiguero, la primera después de salir de ese lugar de cuyo nombre no quiere acordarse. La entrevista le costó a Pablo Motos una mancha imborrable en su carrera. Y a Pantoja un sin pena ni gloria del que todavía no se ha recuperado.