Bárbara Rey, Pablo Escobar, Josu Ternera: los objetivos de los espías españoles en los 90
- La actriz tenía una caja de seguridad en Luxemburgo
Informalia
Los servicios secretos españoles a finales de los 90 dedicaban sus esfuerzos a infiltrar a sus agentes en el sur de Francia para combatir a ETA, seguir el rastro del dinero que blanqueaba Pablo Escobar y... ¡Recuperar las cintas de Bárbara Rey en las que había imágenes de las relaciones amorosas de la musa de la Transición con el jefe del Estado!
"Temí por mi vida", relataba la propia Bárbara Rey en diciembre a periodistas que le preguntaron por aquella época. "Otros tenían miedo y ya no están", recordaba.
Aquel affaire del Rey había pasado de ser un simple rumor a un tema de conversación en ambientes cercanos al poder. Cuando el CESID, la antesala del actual servicio de información CNI, puso en marcha en 1996 su plan secreto para recuperar todo ese material, conocía la afición de la actriz murciana por grabar sus conversaciones telefónicas y sus encuentros íntimos. "Carretes fotográficos sin velar, cintas grabadas (de varios autores), una agenda personal, tres cintas de cassette, cinco videos, 20 diapositivas": es la relación que consta en sus denuncias. Bárbara Rey afirma que guardaba su material en pos de su seguridad y afirma, aún hoy, que el material secreto "está en un lugar blindad". Había que pactar con ella.
500 millones, en cómodos plazos
El acuerdo inicial consistía en la devolución del material de alta sensibilidad que la vedette tenía en su poder a cambio de una compensación económica de 500 millones de pesetas (3 millones de euros), en entregas mensuales de 25 millones. Bárbara Rey justificaba esa compensación económica desde una perspectiva de "desgaste profesional". Según la actriz, su relación íntima con la primera autoridad del Estado le había impedido desarrollar con normalidad su actividad artística y la había sumido en una situación de ruina económica.
El periodista Manuel Cerdán firma este miércoles en OK Diario un nuevo capítulo del culebrón que protagonizan el anterior Jefe del estado y Bárbara Rey. Bajo el títular 'El CNI compró el silencio de Bárbara Rey, amante de Juan Carlos I, con fondos reservados en Luxemburgo', el digital relata que la actriz dispuso de una caja de seguridad en el Kredietbank, la entidad bancaria luxemburguesa en la que los servicios secretos del CESID abrieron una cuenta para ingresarle cantidades millonarias. Bárbara negó este mismo martes que hubiera estado en Luxemburgo y que tuviera nada allí.
Bárbara no dice la verdad, no toda
Sin embargo, el citado medio dice que miente y relata que los movimientos internos de la cuenta 55-209185-88-1 recogen pagos anuales de 5.624 pesetas (34 euros) por el alquiler de la caja 2144. En el documento figura la anotación en francés: "Localitation coffre SG 2144". Aparece también otro apunte de 1.725 pesetas (10 euros) por la custodia de la llave de la caja (En francés: "Garde de la cle du coffre SG 2144).
La nueva entrega del asunto refuerza la teoría de que Bárbara Rey tenía obsesión por preservar las grabaciones que había registrado y conservado a lo largo de sus relaciones amorosas con don Juan Carlos. La intervención de los servicios de información en una operación secreta para mantenerla callada y recuperar las cintas fue consecuencia de aquello. La artista murciana guardaba cintas con material sonoro y de vídeo en la caja fuerte de su residencia de Boadilla del Monte (Madrid) y en otros escondites.
Uno de los ex directivos de los servicios secretos que siguieron de cerca el caso Bárbara Rey contradice en conversación con Cerdán la versión de Bárbara: "Las cuentas bancarias no tienen por qué disponer de una caja de seguridad anexa. Y si ésta se contrató fue porque alguien del Servicio lo pidió. Está claro que Luxemburgo es un punto neutro y fiable para asegurar la privacidad de documentación sensible. Nosotros desconocimos el uso que pudo darle a esa caja".
La Tienda del Espía
Aparentemente, la operación para estrangular la difusión pública del affaire funcionó: dos décadas después, el contenido de esas grabaciones, registradas por la actriz en sus encuentros con gente de su entorno, incluido el mismísimo Rey Don Juan Carlos, no fue revelado ni sus imágenes reproducidas, al menos públicamente. En Sálvame, este martes, Kiko Hernández recordó que el dueño de la Tienda del Espía le había contado que la actriz le había comprado "media tienda".
"No nos provocó ninguna extrañeza porque tenía medios técnicos para hacerlo. La actriz era amiga del propietario de la Tienda del Espía, que le facilitaba todo tipo de artilugios electrónicos", confirma el verdadero espía en declaraciones al digital.
Las sospechas no eran infundadas ya que la propia Bárbara Rey, en una denuncia presentada por presiones y robo ante la Comisaría de Tetuán de Madrid, reconocía más tarde tener en su poder cintas magnetofónicas de sus conversaciones con uno de los amigos íntimos del Rey. Éste, que habría actuado de intermediario de Su Majestad y de los servicios secretos para detener el escándalo, había sido grabado por la propia actriz.
Cuando estalló el escándalo, en 1997, el entorno de la actriz remitió un anónimo a los medios de comunicación, utilizando un lenguaje críptico, en el que se desvelaba la persecución que había sufrido la vedette por parte de los espías españoles. Incluso, se acusaba a su amiga Cristina Ordovás Gómez-Jordana, la marquesa de Ruiz de Castilla, de haberle robado las llaves de su domicilio y de prepararle una encerrona para que los agentes del CESID entraran en su casa y tuvieran tiempo para llevarse los documentos, tal y como cuenta Cerdán.
Según la vedette, su amiga le había organizado una noche de parranda: cena en el palacete de la marquesa, visita al casino de Torrelodones (a Bárbara le gustaba jugar) y copas. Cuando la actriz regresó a su hogar a las siete de la mañana comprobó que le habían sustraído de su caja fuerte material comprometedor "para ella y una tercera persona" y había sido sustituido por otro similar.
Cristina es hija del general Manuel Ordovás, el militar que presidió el Consejo de Guerra de Burgos contra ETA (fallecido en 1999), y era una asidua visitante de Castellana 3, el antiguo edificio de presidencia del Gobierno, donde el CESID tuvo su primera sede.
Bárbara se personó en la Comisaria de Tetuán de Madrid y denunció el robo de documentación personal, "la cual implica a personas importantes de este país por ser comprometedora para ambos", según recogía el escrito. Pero la vedette seguía sin desvelar el nombre de Don Juan Carlos. Dos semanas después regresaba a las mismas dependencias policiales y denunciaba la sustracción de "carretes fotográficos sin velar, cintas grabadas de varios autores, una agenda personal?.tres cintas de cassette, cinco videos, 20 diapositivas?".
Según la denuncia policial, todas las imágenes eran comprometedoras para ambas partes y "especialmente relevantes para esta persona importante de la cual la denunciante no desea en estos momentos decir su identidad".
Bárbara Rey alegaba que no quería aparecer como "la culpable del daño que se le pueda producir a esta persona", pero, al mismo tiempo negociaba y la actriz desvelaba el nombre de un tal Luis Anasagasti, el nuevo mediador del CESID que se presentaba con una identidad falsa y que tenía instrucciones de sus jefes de recuperar a toda costa las cintas.
Bárbara llegó a un acuerdo con el emisario de los servicios secretos para seguir recibiendo en sus cuentas los pagos periódicos por parte del entonces CESID. Pero los agentes de La Casa, como se conoce a la sede del espionaje español, no cumplieron todo lo pactado.
Manuel Cerdán (Alicante, 1954), fue director de Interviú, es doctor en Periodismo y autor de esta noticia. Es uno de los periodistas que destaparon los Gal, entre otros grandes temas, y dirigía cuando se sitúan los hechos el departamento de Investigación de El Mundo. Antes, había sido redactor jefe de investigación en Diario 16.