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¿Tuvieron un mal rollo Donald Trump y el novio del embajador James Costos?

  • Dicen que Michael S. Smith decoró un hotel al magnate y no le gustó

Sara Tejada

Contaban las malas lenguas que la marcha de James Costos de la embajada de EEUU en España se produce de forma más apresurada de lo normal. Si bien todo el mundo tenía descontada la lógica renovación de los representantes diplomáticos de Obama en Madrid y en el eresto del mundo, suele ser habitual un relevo tranquilo, con traspaso de papeles y credenciales, sin dejar a cargo de una legación tan importante a un subordinado. Señalaban algunos que, detrás de este abandono de la capital estaba la supuestamente no muy buena relación personal del novio del señor embajador con el presidente electo. El prestigioso interiorista Michael Smith habría sido en el pasado el responsable de decorar uno de los hoteles de Donald Trump. De acuerdo con las versiones que circulan por los mentideros, el empresario no quedó contento con el trabajo de Smith, al que no debió pagar todos sus honorarios. Sin embargo, Smith se ha ofrecido a los Trump para aconsejarles a la hora de decorar el Ala Oeste. Pero no debemos olvidar que hablamos de diplomáticos y una cosa es lo que dicen y otra (a veces muy distinta) lo que piensan.

El embajador de Estados Unidos en España James Costos y su marido Michael Smith, se disponen ya a emprender su regreso a casa, después despedirse de sus amigos españoles el pasado sábado, con una gran fiesta en el Museo del Traje en Madrid. El próximo viernes día 20, Donald Trump jura su cargo como presidente de los Estados Unidos de América y no tardará en nombrar a los nuevos embajadores que representarán en todo el mundo la nueva política que Trump lleva a la Casa Blanca.

James Costos y su pareja, defensores de los derechos de los homosexuales y cercanos al mundo del espectáculo y los ambientes intelectuales de California y Nueva York, no resultan muy acordes con las ideas y modales del nuevo inquilino de la Casa Blanca. Michael Smith, uno de los decoradores más prestigiosos y premiados de Estados Unidos, fue precisamente el encargado de redecorar la Casa Blanca en 2008 por encargo de Barack Obama y su esposa Michelle, amiga personal de la pareja. En 2010 se encargó de remodelar también el Despacho Oval.

Estos días circula en Madrid el rumor de que Smith y Donald Trump se conocen y tuvieron también una relación profesional que no fue tan bonita como la que hubo entre el diseñador y el matrimonio Obama. 

Se dice que Smith decoró en su día un hotel de Donald Trump pero al magnate no le gustó el resultado y el tema tuvo un final conflictivo y hasta podría haberse negado a pagar la totalidad del trabajo. Michael Smith, nacido en California, estudió en prestigioso Otis College of Art de Los Angeles, perfeccionó su afición al arte en el Victoria and Albert Museum de Londres y se estableció entre Nueva York y Los Ángeles a su regreso a Estados Unidos.

Su estilo elegante y refinado podría difícilmente agradar a los gustos de Donald Trump, en cuyas residencias destacan los grifos de oro, columnas faraónicas doradas y una decoración que en ocasiones evidencia más dinero que buen gusto. No obstante, Smith se ha ofrecido a ayudar, según ha declarado. "Hay que buscar un equilibrio entre la historia y la habitabilidad", dice el interiorista. Parece por otra parte que Trump no podrá hacer de las suyas en la decoración del que será su hogar desde este fin de semana: el edificio del número 1.600 de la Avenida de Pensilvania en Washington, sin duda una de las residencias más conocidas el planeta, es un edificio protegido y precisamente Michael Smith es miembro del Comité de Preservación de la Casa Blanca desde 2010. Para su sorpresa, Smith ha declarado estos días a la revista Time que ha sido contactado por el equipo de Trump de forma tan afable como respetuosa porque cuentan con su opinión para los cambios que hagan Melania y el nuevo presidente.

Con prácticamente todo el mundo del cine y el espectáculo en su contra, parece que Trump evita enfrentarse con el grupo de los decoradores más refinados, que no están dispuestos a aplaudir sus tropelías de mal gusto.