A pesar del pánico y el pesimismo que impera en los mercados a cuenta de la crisis griega, ésta no tiene por qué acabar en tragedia, por mucho que la mayoría de los analistas lo den por hecho. Una idea que se reforzó el martes con la fuerte caída de Wall Street, que finalmente sucumbió al desastre en Europa.
Ahora bien, ayer Nueva York fue capaz de volver a las subidas. Y por otro lado, la rebaja de rating de Grecia (ni la de España ayer, ya puestos) no deberían ser ninguna sorpresa para el mercado. Ni el impago de la deuda griega (o el rescate del país para que eso no ocurra) tampoco debería sorprender a casi nadie a estas alturas.
John Dessauer, editor de un newsletter independiente, explica que el impacto para la economía mundial de una suspensión de pagos de Grecia sería bastante modesto, porque el daño al comercio mundial ya está hecho y porque en su mayor parte ya ha sido descontado en las cotizaciones bursátiles.
Esta tesis se ve refrendada por un análisis realizado por Mark Hulbert, editor del servicio de seguimiento de newsletters Hulbert Financial Digest, sobre la reacción de la bolsa a las últimas crisis de deuda soberana. Porque la crisis griega no es la primera ni será la última, y la bolsa se ha comportado bastante bien en las anteriores.
En las últimas dos décadas ha habido cuatro grandes crisis de deuda pública: la devaluación de peso mexicano en diciembre de 1994; la crisis asiática de julio de 1997, cuando una crisis de deuda en Tailandia provocó el hundimiento de su divisa y precipitó crisis similares en toda la región; la devaluación del rublo en agosto de 1998, que acabó -junto a otros factores- provocando la quiebra del hedge fund LTCM; y la crisis de deuda y de divisa en Argentina a finales de 2001.
Pues bien, como media, Wall Street estaba un año después un 17% por encima del nivel en que se encontraba cuando estallaron por primera vez estas cuatro crisis, a pesar de la reacción bajista inicial. Si comparamos el comportamiento actual, incluso es mejor que esa media hasta el momento, porque la recuperación posterior a la primera caída ha sido más fuerte que en las ocasiones anteriores.
Por supuesto, Hulbert advierte de que esto no garantiza que esta vez se vaya a repetir la historia, y que extrapolar un análisis histórico basado en una muestra de sólo cuatro ejemplos es muy arriesgado. Pero al menos sirve para recordarnos que el impacto negativo de una crisis de deuda, por mucho miedo que dé, también puede ser exagerado. Como él mismo dice, "la diferencia entre una tragedia y una comedia es que en ésta el héroe se despierta a tiempo".