La defensa es para tiempos de escasez, el ataque para tiempos de abundancia", reza uno de los relicarios en el mítico libro El arte de la guerra de Sun Tzu. Un mantra que la Administración del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha trasladado al terreno comercial en un momento en que la mayor economía del mundo disfruta del impulso ofrecido por su reforma tributaria. Este estímulo fiscal también se ha dejado notar en la renta variable, donde las multinacionales patrias vibran gracias al avance coordinado que experimenta el PIB mundial.
Sin embargo, la Casa Blanca, donde defensores del libre comercio, como Gary Cohn, hasta no hace mucho principal consejero económico del mandatario, han tirado la toalla, avanza a marchas forzadas hacia un pulso comercial que promete con destartalar una coyuntura que hasta ahora soplaba relativamente a favor del 1600 de la Avenida de Pensilvania. En un abrupto intento por cerrar la brecha comercial de 375.000 millones de dólares con China, Washington no sólo ha disparado indiscriminadamente contra sus aliados comerciales sino que también tienta a Pekín a iniciar un fuego cruzado que puede dejar una amplia gama de víctimas colaterales.
"Una guerra comercial puede comenzar con un solo disparo y nos preocupa que éste ya haya ocurrido", reconoce Paul Mortimer-Lee, economista jefe de mercados de BNP Paribas en Nueva York. "Esta bala está sacudiendo ya los cimientos del sistema de comercio mundial", advierte. De esta forma, el experto se refiere al ataque arancelario de Trump, que bajo el cobijo de la Sección 232 de la Ley de Comercio, donde se alude a la seguridad nacional, anunció aranceles del 25% y el 10% respectivamente a las importaciones de acero y aluminio. Y apenas unos días después, la Administración Trump hacía otro envite a China al firmar decreto que busca implantar aranceles adicionales por alrededor de 60.000 millones de dólares a ciertos productos chinos aún por determinar.
De momento, desde según Moody's Investors Service se han pronunciado con respecto a las primeras medidas y cifran las importaciones procedentes del gigante asiático de acero y aluminio a EEUU en menos del 0,1% del PIB chino. "Esto debería ser considerado un movimiento con carácter político, ya que forma parte de una estrategia económica", señala Stéphane Monier, jefe de inversiones de Lombard Odier. Aún así, esta decisión llega precedida por la decisión de imponer un arancel especial de hasta el 30% sobre las importaciones de paneles y células solares y un gravamen del 20% para algunos modelos de lavadoras. No sólo eso, bajo otra investigación paralela, esta vez amparada por la Sección 301 de la Ley de Comercio, la Casa Blanca implantará aranceles adicionales por valor de 60.000 millones de dólares a China alegando el robo de propiedad intelectual.
Los economistas de la agencia Bloomberg estiman que un arancel del 10% sobre los bienes en todo el mundo podría eliminar 470.000 millones de dólares de la economía mundial en los próximos dos años. Una cifra que sirve de termómetro para determinar los derroteros que puede tomar esta batalla proteccionista, cuyo asalto impactaría de lleno en el mercado de materias primas.
"Es posible que no obtengamos un crecimiento mundial del 4,1% esperado este año ", aclaró Dominic Schnider, director de materias primas y divisas de Asia Pacífico de UBS. "Una desaceleración será mala" matizó durante una entrevista en Bloomberg donde incidió en que es el repunte económico lo que realmente impulsa a las commodities desde el punto de vista industrial. "Obviamente, si entrásemos en una guerra comercial profunda, los productos industriales se verán afectados negativamente", sentenció. Para los productores de petróleo y gas, por ejemplo, un metal más caro no será particularmente favorable. Además, si las tensiones comerciales acabaran por impulsar la inflación, la demanda de gasolina podría ser una de las primeras víctimas.
Algunos de los aranceles propuestos, y sus posibles contraataques, harán mella en industrias como la construcción y el sector automotriz, ambas profundamente entrelazadas con la demanda de combustible. Las industrias del acero y el aluminio representan solo el 0,1% del empleo y el 1% de la producción industrial en EEUU. Países como México, Canadá y Australia han quedado exentos de las medidas estadounidenses y la Unión Europea, Argentina, Brasil e incluso Corea del Sur también, aunque en principio de forma temporal.
De todas formas, el verdadero daño puede producirse por intercesión de China. "Nuestros economistas creen que es probable que haya represalias, especialmente en forma de aranceles sobre metales estadounidenses y productos agrícolas", reconoce Davis Kostin, estratega jefe de Goldman Sachs, quien señala como "las exportaciones estadounidenses de soja son particularmente vulnerables" (ver apoyo).
El Departamento de Agricultura de EEUU estima que China importará 100 millones de toneladas de soja en 2018 y 2019. El gigante asiático es el principal importador mundial de soja y compra el 60% de esta materia prima comercializada en todo el mundo, principalmente de Brasil y de EEUU. "Las materias primas se distribuyen alrededor del mundo desde los puntos de producción hasta el consumo. Cuando los gobiernos aplican subsidios a la producción o imponen barreras comerciales tienden a distorsionar los precios de las commodities", considera Andy Hecht, un veterano operador de materias primas y autor del The Hecht Commodity Report.
Desde S&P Global Platts, su director de planificación, Mark Schwartz, reconoce que el tema de los aranceles es complicado pero considera que a China le beneficiaría importar más petróleo y gas estadounidense "para reducir su superávit comercial con Washington". De todas formas como recalca Schwartz, el gobierno en manos de Xi Jinping "seguirá siendo muy cuidadoso para no depender demasiado del crudo estadounidense".