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El hijo de Biden no irá prisión si deja las drogas durante dos años y renuncia a poseer armas de fuego


    Enrique Espada

    Es ya casi una tradición que prácticamente a todos los presidentes de Estados Unidos les hayan sacado trapos sucios a relucir, pero el caso de Biden es diferente.



    Le queda bastante tiempo en el poder, por lo que todavía no se puede decir en alto que sea un presidente completamente limpio y sin nada turbio, pero lo que sí es seguro que su paso por la Casablanca va a estar salpicado por las corruptelas de su hijo. Que son estas:

    Hunter Biden, durante los procesos judiciales acontecidos recientemente, ha reconocido su autoría directa en dos delitos fiscales y otro de posesión ilegal de armas. Si la justicia federal llega a un acuerdo con sus abogados, el hijo del presidente de los Estados Unidos evitará entrar en la cárcel, una posibilidad que los republicanos han criticado duramente por ser descendiente de quien es.

    Los dos delitos fiscales admitidos por Hunter Biden se refieren al impago del impuesto sobre la renta de los años fiscales de los años 2017 y 2018. El de posesión ilegal de un arma se sucedió tras la adquisición de una pistola cuando todavía era drogadicto, un delito muy grave que la Fiscalía ha decidido no penarlo a cambio de que renuncie a poseer armas de fuego en el futuro y a que no tome drogas en dos años.

    ¿Quién es el hijo de Biden?

    Nacido en 1970, Hunter es el segundo de los hijos que Biden tuvo con su primera mujer, Neilia Hunter Biden. En sus memorias publicadas hace dos años, el hijo del presidente atribuyó el inicio de su drogadicción a la muerte de su madre y su hermana en un accidente de tráfico cuando él tenía solo 2 años y en el que resultó herido en la cabeza. Pero la drogadicción se agudizó, en 2015, por la muerte del hijo mayor del presidente, Beau Biden, por tumor cerebral.

    Con esta crudeza lo relata en su autobiografía: "Compré crack en las calles de Washington y me las ingenié para hacer el mío propio dentro de una habitación de un hotel barato en Los Ángeles". "Tenía tanta necesidad de beber alcohol que era incapaz de caminar una calle desde la licorería a mi apartamento sin abrir la botella para tomar un trago".