La reina Margarita de Dinamarca cumple 85 primaveras contenta tras resolver el escándalo que protagonizó su hijo
- Se espera un día de celebraciones (su 80 cumpleaños no se pudo celebrar debido a la pandemia)
- Y el año pasado, un incendio devoró la Bolsa de Copenhague
- Los otros escándalos de Federico de Dinamarca: gastos excesivos y cocaína en los sables de la Guardia Real
Informalia
En la corte danesa, donde las estaciones del año tienen nombre de palacio y el cielo se abre como una acuarela gris sobre las torres góticas, hay una mujer que sigue reinando en el imaginario popular aunque ya no lleve la corona 'ejecutiva' sobre la cabeza. Margarita de Dinamarca, reina emérita, cumple 85 años este 16 de abril, en su país, no expatriada. La antigua monarca es más dada a resolver escándalos que a protagonizarlos. Sean de su marido o de sus hijos.
La cifra de 85 años suena como un suspiro de terciopelo entre los muros centenarios del Palacio de Fredensborg, donde los lagos susurran en danés y los árboles inclinan la copa, como súbditos antiguos.
Durante más de medio siglo, Margarita II ha sido algo más que una figura institucional. Ha sido una presencia estética. Una reina que no se limitó a firmar decretos sino que pintó paisajes, diseñó trajes de ballet y tradujo a Simone de Beauvoir mientras los cancilleres dormían en la sobremesa del protocolo. Una mujer de trazo firme, mirada irónica y cigarrillo elegante, que ha mantenido su trono como se mantiene un cuadro colgado en el Louvre: con una mezcla de reverencia y distancia. Hoy, cuando el calendario le regala esta cifra redonda, el país entero se dispone a celebrarla no como a una ex reina, sino como a un espíritu nacional que se resiste a convertirse en bruma.
Después de abdicar en su hijo Federico hace más de un año —en un gesto que parecía más literario que institucional—, más como una necesidad de borrar sus fotos en Madrid con Genoveva Casanova; Margarita ha adoptado un perfil más discreto, no por desinterés, sino por sabiduría. Comorende que los verdaderos monarcas reinan más cuando ya no gobiernan, y que una retirada a tiempo puede ser también una obra maestra. Pero el pueblo, que la ha seguido con una devoción más cercana al amor que al deber, no la olvida. Según las encuestas, sigue siendo la figura más popular de la monarquía, muy por delante de su nuera Mary o de su hijo, el ya rey Federico X. Y eso, en los fríos y sensatos países nórdicos, equivale casi a un milagro.
Este 85 cumpleaños tiene, por tanto, sabor de homenaje tardío. No solo por lo que representa la cifra, sino porque las anteriores ocasiones se vieron ensombrecidas por tragedias o catástrofes. En 2020, la pandemia convirtió su 80 aniversario en un susurro; el año pasado, un incendio devoró la Bolsa de Copenhague —cuatro siglos de historia y tejados ardiendo en Slotsholmen—, y el tradicional concierto de la Royal Life Guard Band fue silenciado por el humo y el respeto.
Pero esta vez no. Esta vez habrá celebración. Los festejos comenzarán al alba en Fredensborg, ese castillo barroco que parece extraído de una ilustración de Andersen, y continuarán a mediodía con la música marcial de la guardia real. No habrá solemnidad impostada. Solo una escalera de mármol, la reina en lo alto —con su bastón discreto y su sonrisa intacta—, y el país rendido ante una mujer que ha vivido 85 años como si fueran capítulos de una novela ilustrada.
Por la noche, una cena de gala reunirá a su familia, a sus amigos más cercanos y a representantes de la sociedad danesa. Pero más allá de los discursos, los vestidos sobrios y el champán frío, lo que se celebra es un estilo de monarquía que se desvanece en Europa como la tinta de una carta antigua. Margarita ha sido la última reina ilustrada, la única capaz de hablar con naturalidad del Renacimiento y del rock danés, de Shakespeare y de diseño nórdico. Una reina que sabía que el poder sin cultura es vulgaridad.
La salud, como suele suceder a ciertas edades, ha empezado a recordarle su fragilidad. El pasado otoño se rompió la mano y se lesionó las vértebras cervicales en una caída doméstica que obligó al reposo y al silencio. Durante meses se la vio poco, escondida entre las cortinas del palacio como una figura de porcelana que teme la grieta. Pero en febrero reapareció, sonriente, en la Gala de las Artes y la Cultura, y el público danés respiró tranquilo: su reina aún tenía luz.
Ahora, mientras los focos se preparan para iluminar el debut social de la princesa Isabella, que el día 21 alcanza la mayoría de edad, la familia real se detiene un instante para mirar hacia atrás. Y en ese gesto hay algo de gratitud, de nostalgia y de belleza. Porque Margarita no ha sido solo una reina: ha sido una dama del arte, del gesto exacto, del saber estar. Y aunque ya no reine con cetro, sigue reinando con estilo.
En Dinamarca, cuando alguien cumple 85 años y sigue siendo el alma de un país entero, no se apagan las velas: se encienden los himnos. Y Margarita, como una nota de música escrita con plumilla, seguirá sonando.