El grave problema de Ernesto de Hannover que le lleva a protagonizar escándalos muy poco nobles: desagradable y maleducado
Informalia
Hay vidas que parecen trazadas para la gloria, y otras que, pese a nacer bajo el fulgor de los apellidos ilustres, derivan en un cúmulo de despropósitos que difícilmente podrían figurar en las crónicas de la nobleza. Ernesto de Hannover, de 70 años, ex marido (está casado formalmente con ella) y descendiente de una estirpe que un día brilló en los salones europeos, ha convertido el escándalo en una especie de blasón personal.
El último episodio que ha protagonizado en un restaurante de Madrid no es más que el eco de un problema profundo que ha marcado su vida: un comportamiento errático y, en ocasiones, abiertamente ofensivo que desafía las reglas mínimas de la decencia. Pero ¿qué ocurre cuando la nobleza se comporta de forma tan innoble?
La escena en Le Bistroman Atelier
El 26 de diciembre, Ernesto de Hannover y su novia española, Claudia Stilianopolus, hija de la siempre elegante Pitita Ridruejo, se presentaron en Le Bistroman Atelier, un restaurante francés reconocido por la Guía Michelin y dirigido por el prestigioso chef Stéphane del Río. Allí, lo que comenzó como una tranquila comida se transformó en un espectáculo bochornoso.
Según el propio chef, Ernesto rompió copas, insultó al personal y agredió verbalmente a los otros comensales. Cuando el Samur acudió al lugar para atender al aristócrata, que aparentemente sufrió un atragantamiento, la escena alcanzó su clímax con gritos y enfrentamientos.
"No es la primera vez. Ha venido tres veces y siempre lo mismo: gritos, insultos, borracheras", relató Stéphane en su cuenta de X (antes Twitter), en un mensaje cargado de indignación. El chef, lejos de amedrentarse por el linaje del protagonista, declaró que pondría fin a cualquier visita futura si se repetían comportamientos similares.
La sombra del alcohol y las excusas
No es un secreto que Ernesto de Hannover tiene un largo historial de escándalos asociados al abuso del alcohol. Este incidente no fue la excepción: Claudia Stilianopolus, su novia desde 2021, salió al paso para justificarlo, pero su relato no logró despejar las dudas sobre el verdadero estado de su compañero.
Según Claudia, lo ocurrido en el restaurante no estuvo relacionado con el alcohol, sino con un episodio derivado de la diabetes que padece Ernesto. "Es difícil, siempre lleva su azúcar en el bolsillo", explicó, añadiendo que su comportamiento impulsivo responde a esta condición.
Sin embargo, otras declaraciones contradicen esta versión. Claudia admitió que Ernesto pidió champán y una costosa botella de vino durante la comida. Aunque insistió en que la mitad de la botella fue guardada intacta, la mezcla de excusas no logra aliviar la imagen de un hombre cuya relación con la bebida ha sido, durante años, más que evidente.
El peso de una vida sin rumbo
Nacido en el seno de una de las familias más importantes de Europa, Ernesto de Hannover parece haberse perdido en la niebla de los privilegios mal gestionados. Su historia es la de un hombre que ha transitado por la vida con una arrogancia que roza lo absurdo, llevando consigo el eco de una nobleza que ya no encuentra su lugar en el mundo moderno.
No se puede negar que su trayectoria está plagada de episodios oscuros: disputas legales, enfrentamientos familiares y un sinfín de titulares que convierten su figura en un ejemplo de lo que ocurre cuando el linaje y la responsabilidad caminan en direcciones opuestas.
La paciencia de Claudia
Entre el caos, emerge la figura de Claudia Stilianopolus, quien parece desempeñar el papel de una paciente mediadora. Desde que comenzó su relación con Ernesto, ha intentado justificar o minimizar los episodios polémicos que lo rodean.
Aunque Claudia proviene de un entorno igualmente destacado, su perfil siempre ha estado más ligado a la discreción. Su relación con Ernesto, sin embargo, la ha colocado en el centro de una vorágine mediática que choca frontalmente con la imagen que había construido.
En este caso, Claudia incluso llegó a publicar una crítica negativa en Tripadvisor sobre el restaurante, asegurando que el personal no comprendió la situación médica de su pareja. Una maniobra que, lejos de calmar los ánimos, ha añadido una capa más al enredo.
¿Un problema sin solución?
El caso de Ernesto de Hannover trasciende los límites de la anécdota. Su comportamiento en la boda de Felipe y Letizia, quedándose en casa y dejando sola a Carolina de Mónaco, ya puso de manifiesto una problemática más profunda. Pero lo de este príncipe alemán es una desconexión con la realidad que parece alimentarse de la indulgencia de quienes lo rodean y de un sistema que aún concede privilegios a ciertos apellidos.
Resulta difícil sentir simpatía por alguien que, en lugar de aprovechar las ventajas que le brinda su posición, se hunde en una espiral de desprecios y actitudes impropias de un hombre que debería encarnar los valores de su estirpe.
Quizás el problema de Ernesto de Hannover no radica únicamente en el alcohol, ni siquiera en su diabetes, sino en la ausencia de propósito. En un mundo donde los títulos nobiliarios han perdido gran parte de su relevancia, su vida parece reflejar el vacío de una época que ya no existe.
Mientras tanto, los titulares seguirán contando sus tropiezos. Pero en el fondo, queda la pregunta de si Ernesto encontrará alguna vez la manera de reconciliarse consigo mismo y con la sociedad que, a pesar de todo, aún le da cabida en sus salones.