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Antonio Montero responde desde Informalia al 'este programa es de rojos y maricones' de Jorge Javier Vázquez



    "Este programa es de rojos y maricones", decía literalmente Jorge Javier Vázquez el pasado día 27. El presentador estallaba contra Antonio Montero por el escándalo de Alfonso Merlos, un culebrón que ha provocado momentos de crispación política en Telecinco.

    Jorge Javier Vázquez protagonizaba un fuerte enfrentamiento con contertulio del programa Antonio Montero después de que el paparazzo nombrara a Pablo Iglesias tras el escándalo con Marta López y Alexia Rivas.

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    Cuando alguien reprochó a Merlos su "doble moral" a la hora de acusar a Pablo Iglesias, por hacer algo que él mismo estaba haciendo en su domicilio, Antonio Montero se preguntó sino habría que hablar de que "tenemos un presidente del Gobierno que dice una cosa y hace otra", decía enfadado Montero. Este comentario hizo saltar a Jorge Javier Vázquez. "¡El discurso de Vox aquí no! Aquí podéis debatir de lo que os salga de la peineta, pero los discursos y las mierdas no", gritaba a Montero.

    "¿Se le está pasando factura a un señor porque se ha saltado el confinamiento? ¿Es eso?", preguntaba Montero. "La misma factura que se le pasaría al Papa si se descubre que se ha ido de putas. Es lo mismo", defendía el badalonés para justificar que lo que se critica es la doble moral de Merlos.

    "Me parece muy feo traer esa palabra aquí y menos ante esta señorita", replicó Montero. "¿Has entendido lo que he dicho? No me toques las narices con los putos discursos de Vox, ya está bien. No voy a pasar por ahí, a tomar por culo ya", remataba más bien encendido Jorge Javier.

    "Si te saltas, te lo callas. Pero no puedes estar diciendo a la sociedad: Haz esto, haz esto y haz esto y luego cierras la puerta y te ríes de la gente. Luego la gente quiere responsabilidades. Si se hubiese estado callado, nadie estaría diciendo nada", insistió Jorge Javier Vázquez, que elevaba más el tono contra su compañero. "Pero si él estaba callado...", alegó Montero, mientras el presentador terminaba de perder los nervios.

    "¿Tú no ves nunca a este señor? ¡Estaba hablando del estado de alarma cuando le salió la tía en bolas! Por favor... Estoy hasta las narices que se diga ha hecho mal y salgáis a decir: 'Y este más'. Enseguida has nombrado a Pablo Iglesias. ¿Qué tiene que ver aquí Pablo Iglesias? ¿Qué tiene que ver? ¿Le ha puesto él a la tía o qué? ¿O Irene Montero? ¿Y el chalet de Galapagar? ¿Qué tiene que ver el chalet de Galapagar?", le preguntaba indignado.

    "¡Este programa es de rojos y maricones! Quien no lo quiera ver, que no lo vea. Rojos y maricones es lo que hay en este programa. Declaración de principios, esto es este programa y quien no lo quiera ver, que no lo vea", decía irónico Jorge Javier mientras Antonio Montero pedía ahora que dejaran "la política a un lado". 

    "Vale, entonces no le pidamos explicaciones a este señor por ser de derechas", volvía a insistir Montero en su razonamiento mientras algunos de sus compañeros se llevaban las manos a la cabeza y Jorge Javier se tiraba al suelo. "¡Señores! ¡Esto es Vox! ¡Esto es Vox! Es acojonante. Antonio, sigue hablando porque es lo único que necesitábamos para que esta gente desaparezca del mapa", replicó Jorge Javier. 

    La libertad de opinión es sagrada

    Visto lo ocurrido, desde Informalia le trasmitimos a Antonio Montero la posibilidad de expresarse con total libertad desde este portal. Y éste es el artículo que nos envía:

    Tengo palabra, tengo voz

    Tengo palabra, tengo voz. Soy un ciudadano como cualquier otro y, por supuesto, puedo hablar. Es mi derecho, como el derecho de todos.

    He tenido que ver cómo se llevaban a mi madre muerta, envuelta en una sábana para dejarla -en Dios sabe dónde- durante diecisiete días hasta que nos han llamado para autorizar, a uno de mis hermanos, a dejar momentáneamente su confinamiento y poder recoger sus cenizas.

    He tenido que pasar la vergüenza de saber que vivo en el país cuyo gobierno ha sido incapaz de proteger a sus sanitarios que se han contagiado, -más que en ningún otro del mundo- esperando un material de protección que ha llegado tarde y defectuoso en más de una ocasión.

    En un país en el que la izquierda, cuando se hundió un barco petrolero, le echó la culpa a la derecha; que cuando sufrió su mayor atentado de la historia, le echó la culpa a la derecha. A esos mismos dirigentes de la izquierda les faltó el tiempo para movilizar a sus palmeros, para asaltar la sede del Partido Popular y alzarse con el poder, arqueando las cejas, orgullosos de lo que habían conseguido a costa de los muertos. Hoy, por lo visto, todavía no es momento de criticar al gobierno sino de estar todos unidos.

    Un país, en el cuando gobernó la derecha, fue acorralado literalmente a causa de la epidemia de Ébola, que fue frenada a tiempo y nunca llegó a tener más consecuencias que la muerte preventiva de un perro.

    Un país en el que la derecha tiene la culpa de los desahucios. En el que no puede protestar ni siquiera porque gobiernos de izquierdas han arrasado durante décadas las arcas del dinero público en Andalucía. La derecha también tiene mucho que callar en este sentido y me avergüenzo de quienes han dilapidado el dinero público para enriquecerse sean quienes sean.

    Un país en el que la derecha tiene la culpa del paro, cuando las cifras demuestran históricamente que ha sido la izquierda quien ha destruido sistemáticamente el empleo cada vez que ha llegado al poder.

    Un país en el que, por lo visto, los muertos de la Guerra Civil sólo fueron de izquierdas y sólo ellos tienen derecho a abrir las cunetas con el máximo desprecio a otros que también murieron por España, aunque cometiendo el terrible delito de pensar de otra manera. Para mí, todos los muertos son iguales y merecen el mismo respeto.

    Un país donde una líder catalana, como la señora Colau, se ha permitido el lujo, sin despeinarse, de decir que yo represento el fascismo de este país y que por eso hay que callarme.

    Pues no, no me voy a callar. Si estamos buscando demonizar a la derecha porque un periodista de ese signo político, que ha criticado a quienes se saltan el confinamiento, es incoherente por hacerlo él mismo al "tener en su casa a una señorita en pelotas", sin residir en su domicilio, si estamos buscando atacarle a él y a la Iglesia, de paso, por su incoherencia dando por hecho que va a misa mientras engaña presuntamente a su novia de siete meses a quien él asegura que había dejado anteriormente, no me voy a callar.

    Si vamos a cuestionar a este señor, dejemos a la derecha en paz; dejemos aparte las ideologías. Dejemos también a la Iglesia en su dolor, que ya sufre bastante con tener a la mayoría de sus párrocos dejándose la vida para atender a los pobres de los barrios obreros para que, al menos, puedan seguir comiendo.

    Parece que a la izquierda sí se puede permitir la incoherencia de tener un gobierno que pacta y negocia con quien prometió no hacerlo durante la campaña electoral; si se puede permitir tener un matrimonio de ministros y ministras comunistas que viven en un chalet de lujo y que se han

    asegurado un sueldo para toda la vida como si se tratara de un "premio de Nescafé"; que se han saltado el confinamiento y que fomentaron la asistencia a la manifestación del 8 de marzo en la que pusieron en evidencia sus prioridades. Unas prioridades que han contribuido a llevarnos a la crisis sanitaria sin precedentes que vivimos. También Vox tiene mucha responsabilidad en esto convocando su acto multitudinario, pero no estaba en el gobierno y era éste quien debiera habérselo prohibido.

    Como testimonio de buena gestión de la crisis sanitaria quiero explicar la actuación ejemplar de un centro salud mental, que pertenece a la orden religiosa San Juan de Dios en Cienpozuelos, que alberga a más de mil discapacitados físicos y mentales, y que fue capaz de suspender a tres días vista sus actos festivos anuales, que iban a tener lugar ese mismo ocho de marzo y esa decisión ha salvado la vida de todos ellos.

    Y sí, claro que las cosas se pueden hacer mejor, como las han hecho en Japón, en Alemania y, sin ir mas lejos, en Portugal. Se puede gestionar mejor. Hay mejores asesores y mejores personas.

    No soy de Vox. Nunca he sido, ni creo que seré, militante de ningún partido político. Voté a Vox en las últimas elecciones y lo dije públicamente porque me lo preguntaron y no me tengo que esconder de nadie. Faltaría más. Creo que las ideologías hoy en día son la excusa de los políticos para sembrar el odio y la discordia y el caldo de cultivo donde encuentran sus torticeros argumentos para mantenerse en el poder y asegurarse una nómina que muchas veces no merecen.

    Sólo creo en la buena o la mala gestión de los intereses mayoritarios de los ciudadanos y querría que nos representara gente que supiera compendiar lo mejor de cada casa. En todos los partidos hay grandes ideas que juntas podrían hacer de nuestro país el mejor del mundo. No les interesa porque para eso nos sobrarían tres cuartas partes de los políticos que tenemos.

    Sólo pido un poco de humildad, un poco de respeto a nuestros muertos, un poco de solidaridad.

    Sólo pido menos propaganda y más eficacia y que si quiero hablar, me dejen, como a todo el mundo. Libertad de expresión.

    Antonio Montero 29 de abril 2020. 45 días de confinamiento.