Pruebas
Mercedes-Benz GLK 220 CDI 4M: Cómo sacarle el jugo a 170 caballos
- El GLK ha evolucionado mucho pese a su juventud
Dentro de las muchas batallas que se dan a diario en el mundo del motor, una de las más atractivas es la que se libra desde no hace mucho tiempo en el subsegmento de los SUV compactos de alta gama, esto es, la particular batalla entre vehículos de la talla del Audi Q5, Volkswagen Tiguan, Land Rover Freelander 2, Volvo XC60 y Mercedes-Benz GLK. De este último vehículo traemos hoy a estas líneas la prueba de su versión diésel más modesta, el 220 CDI 4Matic BlueEfficiency, que rinde 170 CV. Su precio es de 42.850 euros.
El GLK es un coche muy joven, tan sólo hace dos años que fue presentado, un periodo de tiempo muy corto en el que sin embargo ha ido evolucionando, con la incorporación de varios e interesantes motores. En la actualidad, la gama se compone de cinco motores, dos de gasolina (231 y 272 CV) y tres diésel (170, 204 y 231 CV). Precisamente el 220 CDI es el único de toda la gama que, además de una transmisión automática de 7 velocidades y tracción integral, ofrece la posibilidad de un cambio manual de 6 marchas y tracción trasera. Sin embargo, la versión que hemos probado es la automática con tracción integral (4Matic).
Si hubiera que resumir en una palabra todas las impresiones de la prueba del GLK 220 CDI, ésta sería sin duda suavidad. De marcha, de sensaciones, de respuestas y de comodidad. Y eso que estamos hablando de la versión más off-road de las que ofrece el GLK. Porque, claro, con el exitoso segmento de los SUV pasa lo de siempre: ¿realmente lo queremos para una conducción 4x4 o, simplemente, porque la sensación de robustez del vehículo y, por qué no decirlo, su mayor empaque social, nos hace comprar un presunto todoterreno cuando vamos a circular casi siempre por asfalto?
Este "problema" se soluciona con una serie de paquetes de equipamiento opcional que nos van a elevar a voluntad el pedigree campero del GLK al nivel de nuestros gustos o necesidades. Así, un GLK equipado con el paquete deportivo exterior, más encaminado al asfalto que a la tierra, como es el caso de la unidad probada, viene equipado con barras longitudinales de techo en aluminio, faldones laterales en el mismo color que la carrocería, llantas de aleación de 19 pulgadas, listones protectores laterales cromados, parrilla del radiador con tres lamas cromadas, pilotos traseros oscuros de diseño deportivo y tren de rodaje deportivo. Y todo ello por 1.275 euros.
El motor del GLK cumple las expectativas
Esta versión cumple sin problemas la misión que tiene encomendada fuera del asfalto: ofrecer seguridad y fiabilidad por caminos fáciles y no demasiado deslizantes. O sea, un SUV en toda regla. Y no digamos ya de su marcha por asfalto. El GLK, más corto y menos ancho que sus competidores, pero sí más alto, se agarra de forma genial a las curvas más reviradas en carreteras estrechas, y nos hace olvidar por momentos que estamos manejando en realidad una máquina más grande de lo normal. En ningún momento echamos de menos más potencia en según qué situaciones. Sus 170 caballos se muestran más que suficientes en todos los regímenes, tanto de subida como de bajada. Y es que el propulsor 220 CDI, nuevo en el GLK pero ya conocido en las clases C y E, demuestra desde el momento de la ignición que es una suave bestia, que funciona a pleno rendimiento sin apenas quejarse en forma de rumorosidades o fatigas.
Y es que las cifras hablan por sí solas. Esta versión diésel del GLK, con su motor de 2,2 litros de inyección directa con turbocompresor, alcanza los 205 km/h, y los 100 en 8,8 segundos. Como ya hemos dicho, su top de potencia se sitúa en los 170 CV a 3.200 rpm, aunque sólo hay que mirar a su par motor, nada menos que 400 Nm entre 1.400 y 2.000 rpm para darnos perfecta cuenta de su rendimiento. Y no nos olvidemos del consumo: 8,4 litros a los 100 kilómetros en ciclo urbano; 5,8 en interurbano; y 6,7 litros en ciclo combinado, unas cifras impresionantes si no nos olvidamos de que hablamos de un todoterreno compacto.
La transmisión automática, denominada 4Motion, consta de siete velocidades y su funcionamiento es, a la par que el vehículo, extremadamente suave y eficaz. En pocas ocasiones nos veremos necesitados de echarle una mano al cambio cuando consideremos que no engrana o desengrana en el momento adecuado. Pero si llega ese momento, las levas del volante se presentan como una solución mucho más ágil que la palanca de cambios. Las suspensiones del vehículo, por otro lado, son independientes.
El interior del vehículo tampoco defrauda
En el interior, las calidades no desmerecen en absoluto a la marca, como no podía ser de otra forma. Las plazas delanteras, en especial la del conductor, y por el tipo de vehículo que se trata, ya trae una buena dosis de comodidad de serie, con regulaciones eléctricas para los asientos incluidas. En cuanto a las plazas de atrás, y como sucede en la mayoría de coches de este segmento, pueden viajar tres adultos pero no con toda la comodidad. Y menos en el GLK, que como ya hemos dicho es más estrecho, por ejemplo, que un Audi Q5.
En viajes largos, el ocupante de la plaza del centro notará demasiado pronto síntomas de fatiga por no disponer de un espacio verdaderamente amplio. Y en cuanto al maletero, la horquilla de capacidad del mismo fluctúa entre los 450 litros con los asientos traseros activos y 1.550 si los abatimos completamente.