Motor
Ponga un cassette en su vida: recordando los viajes en coche de la España más cañí
Hubo un tiempo en que nuestras vidas eran magnéticas. Y no queremos decir con ello que atrajéramos como imanes a las o los representantes del sexo contrario, sino que nuestra vida ociosa no era todavía digital. En casa disfrutábamos de los discos, pero en los desplazamientos, o sea, en el coche, la única música enlatada que podíamos oír, primero en vintage mono y después en distorsionado estéreo, era el de las cintas de los cassettes.
Un formato que ha sobrevivido casi hasta nuestros días (en los coches más veteranos todavía podemos encontrar en la guantera decenas de cajas desparramadas), las cassettes unidas al vehículo marcaron toda una época. Bastante hortera, la verdad, pero toda una época. Basta sólo mirar la galería de imágenes de míticos cassettes que adornan este artículo para darnos cuenta del país en que vivíamos.
Recordemos que nuestras añoradas cintas había que dejarlas pasar hasta el final antes de darles la vuelta (con el susto que nos daba el salto del botón del 'play', algo que se solucionó con el invento del 'auto reverse'), que buscar una canción era labor de chinos, entre el 'dar para adelante' la cinta o rebobinarla, que en la mayoría de ocasiones la cinta magnética se salía de su carcasa e iniciaba una inspección ocular por los interiores del radiocassette de turno y que tenían una habilidad especial para esconderse en cualquier rincón en los asientos cuando se nos caía al suelo del coche; una odisea, en definitiva.
El imperio del cassette en nuestros coches estuvo en vigor en los años setenta y ochenta. Eran los años de los expositores de cintas en las gasolineras, esos displays planos con patas terminadas en ruedas, y cuyos paneles giraban sobre sí mismos.
Los reyes de las gasolineras
Los reyes de dichos expositores eran los Nino Bravo, Raphael, Julio Iglesias, Isabel Pantoja (tan de moda siempre la 'condená'), los Chichos, los Chunguitos, las Grecas, Georgie Dann, Manolo Escobar... Algunos 'perroflautas' de la época 'osaban contaminar' el 'lolailo' nacional con sonidos 'satánicos' de los Rolling Stones, Led Zeppelin, Supertramp, Elton John...
Pero el conductor español no solo circulaba bajo el sol veraniego de justicia (con las ventanillas bajadas, por supuesto, no había aire acondicionado), al ritmo de los sones de los artistas antes citados o, mejor, oyendo una y otra vez los chistes verdes de Arévalo (el rey de los cassettes en este género), o los mismos cuentos o canciones infantiles, con los payasos de la tele ("vamos de paseo, pi, pi, pi") o los sin par Enrique y Ana.
Pasaron los años, llegó el abusón Compact Disc, pero el cassette todavía siguió presente, a su sombra, eso sí, con los nuevos reyes de la pletina: Camela.
Hoy ya casi una pieza de museo, los cassettes sobreviven en el recuerdo de los españoles en generales y de los españoles conductores en general como el primer compañero musical en esos largos viajes de carreteras de un carril por sentido y mucho mucho mucho calor.