El primer viaje en coche: el día que Bertha Benz cambió la historia
Hace unas semanas dábamos cuenta de la heroica vuelta al mundo de Clärenore Stinnes y su Adler en 1927. El hecho de que fuera una mujer quien se atreviera a hacer lo que nadie había osado hasta entonces ya resultó sorprendente en su tiempo. Pero nos vamos a remontar en el tiempo, a finales del siglo anterior en concreto, para revisar otro hecho que pondrá en solfa muchos prejuicios sobre la mujer y el automóvil.
Estamos otra vez en Alemania, en el año de 1888. eran los albores del automóvil y Karl Benz acababa de patentar dos años antes el primer automóvil, muy a pesar de la opinión de sus socios que consideraban inútil tal "invento". Preferían aplicar la novísima tecnología mecánica de los motores de gas para su aplicación en la industria pesada antes que a la automoción.
En contraposición a estas reticencias por parte de los más importantes industriales de Mannheim, el visionario Karl encontraba un firme apoyo por parte de su mujer, Bertha Ringer, con la cual se había casado en 1872 y que le daría cinco hijos, y por parte de su familia, admiradora entusiasta su invento mecánico.
El "motorwagen", como fuera patentado este triciclo autónomo con motor de combustión interna, había realizado hasta entonces demostraciones y pruebas, pero no había sido nunca utilizado de forma práctica para completar un recorrido largo transportando pasajeros. Su motor monocilíndrico de 958 centímetros cúbicos refrigerado por agua rendía 0,75 caballos de potencia y había propulsado al triciclo de Benz en cortos paseos por la ciudad, ante la curiosidad general que veía aquello más como un petardeante experimento que como un serio rival de los vehículos de tracción animal.
Averías e ingenio
Aquello cambió aquella mañana soleada del mes de agosto de 1888, cuando Bertha decidió ir a visitar a sus primos de Pforzheim, ciudad situada a unos 90 kilómetros de distancia del domicilio de los Benz. El viaje en tren era tan largo como tedioso y, animada por su hijo Eugen de 15 años, se decidió a "tomar prestado" el invento de su marido para viajar hasta su destino. Con el ánimo que le caracterizaba y acompañada por Eugen y Richard, el hermano pequeño de 13 años, partieron de madrugada, dejándole una nota a su marido para tranquilizarle.
Rodaron sin mayor problema hasta Heidelberg, por terreno bastante llano. Los problemas comenzaron al llegar a la Selva Negra, donde el paisaje se vuelve más abrupto. La escasa potencia del "motorwagen" le imposibilitaba para subir las cuestas con los tres pasajeros, por lo cual Bertha y Eugen se apeaban a empujar mientras que el pequeño Richard se encargaba de la sencilla palanca de dirección.
Mayores apuros surgieron en las bajadas pronunciadas, donde el constante uso de los frenos acabó pronto con sus forros de cuero. Afortunadamente, en esa época no era difícil encontrar guarnicioneros en los pueblos que iban encontrando, que pudieron solventar el problema con cuero nuevo y algunos clavos.
Otros problemas mecánicos pusieron a prueba la disposición y el ingenio de la decidida madre de familia. Un cable de encendido comenzó a provocar un cortocircuito y Bertha tuvo la idea de aislarlo con una de sus medias. En otra ocasión, utilizó uno de sus alfileres del pelo para limpiar un conducto de gasolina obturado.
A pesar de las múltiples peripecias de aquella jornada, Bertha y sus hijos llegaron a Pforzheim antes del anochecer, lo que comunicaron por telegrama al angustiado Karl, a la espera de noticias de tan insólita aventura.
A su paso, los incrédulos campesinos acudieron a ver el extraño vehículo, levantándose grandes discusiones entre los que pensaban que era movido por algún mecanismo de relojería y entre los que aludían a conjuros y la magia para explicar el extraño fenómeno que atravesaba sus campos.
La noticia corrió como la pólvora por la Alemania del Siglo XIX y sin duda contribuyó a cambiar la idea que se tenía hasta entonces del recién nacido automóvil. El "motorwagen" todavía funciona y se exhibe actualmente en el Museo Alemán de Múnich. Cinco años después del temerario viaje familiar de Bertha Benz, se fabricaría el Benz Victoria, ya con cuatro ruedas y antecesor directo de nuestros modernos automóviles.