La Ruta 66, el atajo más largo al paraíso
Todos la hemos visto en películas, otros hemos leído sobre ella gracias a escritores como John Steinbeck y algunos también hemos sentido las ganas de recorrerla, a ser posible en algún viejo Plymouth de los 60 o en una Harley-Davidson cubierta de cromo.
La madre de todas la carreteras, la ruta de la huida, la 66, tiene una historia que merece la pena ser conocida. Hay que remontarse al siglo XIX, cuando la mayoría del país estaba bajo la ley del Colt de seis balas. Entonces, la única vía de comunicación entre la Costa Este y la Costa Oeste era la marítima.
Había que embarcar en algún velero o vapor de línea y contornear el continente, bajando hasta su extremo austral y doblar el terrorífico Cabo de Hornos. Pero la llamada del oro y la plata que yacían bajo las tierras del este requerían un transporte más rápido y eficaz para la cada vez más numerosa población migrante que se concentraba en los puertos del Oeste de los Estados Unidos. En 1867 se inauguraría la línea de ferrocarril transcontinental, una obra épica que, sin embargo, no bastaba para satisfacer la demanda de viajeros deseosos de probar fortuna en los límites del Océano Pacífico y de organizar las caóticas comunicaciones del interior, donde se entrecruzaban un sinfín de pistas de errático destino.
Mother Road
Ya a principios del nuevo Siglo XX, cuando 300.000 kilómetros de vía férrea aseguraban el transporte por ferrocarril, se acometió la puesta en marcha de una red de carreteras. Como muchos grandes proyectos, la que sería columna vertebral del transporte por carretera, sería obra de un sólo y clarividente individuo. En este caso se trató de un empresario de Oklahoma, Cyrus Avery, que fundó en 1925 la AASHO (American Association of State Highway Officials). Se trata de lo que luego conoceríamos como red de carreteras interestatales y que se vertebraron a raíz de una Gran Ruta Diagonal, que partía desde los Grandes Lagos y atravesaba ocho estados para llegar hasta el Pacífico.
Así nacía la Ruta 66 o, como la bautizara el escritor John Steinbeck, la Mother Road (carretera madre) que tantos viajes y vivencias ha inspirado al otro lado del Atlántico.
Una vez la máquina constructiva norteamericana se puso en marcha se tardaron doce años en construirla, quedando totalmente pavimentada en 1938. Pero durante su construcción, la Gran Depresión de 29 y el éxodo de los desesperados campesinos de Arkansas y Oklahoma arruinados por las grandes sequías de los años 30, poblaron desde el principio la "Gran Calle de América" como también fue conocida, de innumerables viajeros y personajes de todo tipo. El espejismo californiano alimentaba sin cesar el creciente tráfico de la Ruta 66.
Ya en los años 40, la afluencia de miles de desesperados fue sustituida por los camiones y remolques militares. La Ruta 66 se convirtió en la principal vía de comunicación para el transporte de material y tropas en camino hacia la Segunda Guerra Mundial. A resultas de este uso intensivo de vehículos pesados, el firme de la carretera quedaría seriamente dañado.
Pero la mayor saturación de la carretera más famosa de Norteamérica llegaría con el boom del automóvil de los años 50. Cientos de miles de familias, deseosas de estrenar sus flamantes coches y visitar los numerosos y nuevos Parques Nacionales que jalonaban la ruta, colapsaron el tráfico de una vía que no estaba diseñada par los tiempos modernos.
Abandonada y salvada
Al general Eisenhower, la Segunda Guerra Mundial le sirvió, además de ganarla, para conocer personalmente las flamantes autopistas europeas, construidas por orden de Hitler y Mussolini. De vuelta a los EEUU inició un programa de trazado y construcción del Interstate Highway System, para racionalizar las comunicaciones entre los estados.
La tupida red se finalizó definitivamente ya a principios de los años 90. Pero mucho antes, en 1984, ya fue posible viajar por autopista de Los Ángeles hasta Chicago por autopista en poco más de 30 horas, lo que significó el brusco abandono de la Ruta 66 como vía de comunicación de costa a costa. Y el abandono fue literal, ya que progresivamente las señales de tráfico fueron desapareciendo y algunos tramos de la carretera se fueron difuminando al paso de los años incluso hasta desaparecer.
Pero si la iniciativa de un hombre la puso en marcha, sería otra vez la voluntad de un individuo la que salvó a la histórica carretera de desvanecerse entre el polvo del desierto. Ángel Delgadillo, reacio a ver desaparecer esos más de 4.000 kilómetros de historia, fundó en 1987 la Arizona Route 66 Association para su recuperación. Tocados en la fibra más sensible del orgullo patrio, otros nostálgicos de la mitica carretera y sus inmortales historias se movilizan estado tras estado.
El resultado ha sido la total recuperación de este interminable monumento nacional, que se ha convertido de nuevo en Meca para los turistas, viajeros y rebeldes moteros, ansiosos de rodar por la llanura como antaño, en búsqueda del edén californiano.