Motor

La apasionante historia de 'el paciente inglés': probador de coches, explorador... y espía



    La vida del aristócrata húngaro László Almásy parece un guión de una película de aventuras. De hecho, 'El paciente inglés' (Anthony Minghella 1996), que protagonizara Ralph Fiennes, está inspirada en la figura de este personaje cuyas vivencias superaron cualquier ficción.

    László Ede Almásy de Zsadány y Törökszentmiklós nació en el castillo de Borosttyankö el 22 de agosto de 1895 en lo que entonces era el Imperio Austro-Húngaro. Su vida estuvo bastante influenciada por una infancia fuera de lo normal. Nieto de uno de los fundadores de la Sociedad Geográfica de Hungría e hijo de un eminente zoólogo y etnógrafo especializdo en Asia, el pequeño Almásy se crió explorando los frondosos bosques que rodeaban su impresionante morada y descubriendo el mundo en la fabulosa biblioteca de su padre, compuesta por miles de volúmenes y mapas sobre todo lo conocido hasta la época.

    Estudiaba en casa y sólo acudía al liceo benedictino de Köszeg para examinarse, consiguiendo sin embargo muy buenos resultados académicos. Muy aficionado a la ornitología, cursa sus estudios secundarios en Graz donde se despierta su interés por las máquinas de transporte. Construye en 1909 un avión a semejanza de uno que había visto en un periódico, lo prueba en una cantera abandonada y se estrella, aunque sin graves daños físicos.

    En los años previos a la Primera Guerra Mundial, completa sus estudios en Inglaterra, donde se aficiona al modo de vida británico, y aprovecha para aprender a pilotar los primeros aviones. También es allí donde empieza a escuchar la llamada de África, influenciado por la edad de oro de las exploraciones.

    Piloto de carreras

    Al estallar la guerra es reclutado como piloto de las reales fuerzas de aviación del imperio Austro-Húngaro, para volver después del conflicto a Inglaterra, desde donde conspiró para restablecer la monarquía en el fenecido imperio. Lo hace ayudando en su condición de noble a un sobrino del archiduque Francisco-José en su intento de recuperar el trono de su tío, fallecido de muerte natural durante la guerra.

    A principios de los años 20, comienza a trabajar para el fabricante de automóviles austriaco Steyr. Con unas sobresalientes dotes mecánicas y destreza al volante, colaboraba en el desarrollo de nuevos modelos y ganó numerosas carreras para esta marca centroeuropea.

    Aprovechando sus conocimientos y su trabajo para la marca Steyr, emprende en 1926 una expedición a lo largo del Nilo para recorrer Sudán y Egipto. La experiencia le sirve para, tres años más tarde organizar una primera travesía del Sahara en automóvil, explorando zonas del desierto hasta entonces desconocidas. Más tarde, se une a tres británicos, Sir Robert Clayton, el comandante Penterel y el joven Patrick Clayton en una expedición mixta que usó automóviles Ford T y un avión De Havilland DH-60 ?Moth? para ir a buscar el mito de Zarzura, un oasis perdido cuya existencia había pasado de boca en boca bajo las jaimas de los beduinos desde tiempos inmemoriales.

    La expedición cartografía grandes extensiones inexploradas y Almásy descubre en medio del desierto la 'Gruta de los nadadores' de Gif al Kabir, una oquedad en cuyas paredes pinturas prehistóricas representan hombres nadando en el agua. Un revelador testimonio de tiempos remotos, cuando este elemento fue abundante el Sahara. Descubrimientos arqueológicos y geográficos, como la montaña más elevada del Sahara, ocuparon al conde durante los siguientes años dando cuenta en los libros que escribió sobre sus expediciones, No sospechaba entonces que en tan remotos lugares le tocaría participar en una nueva guerra mundial.

    Condenado a muerte

    Y lo hizo primeramente como espía, ya que por su condición de aviador era perfecto conocedor de las grandes extensiones del desierto norteafricano. Actuando como agente doble, vendió sus servicios a los militares italianos de Libia y a los británicos de Egipto. Pero fue descubierto y tuvo que regresar a Hungría, donde se incorporó a la Lütwaffe alemana.

    Volvería a África, para servir como oficial de inteligencia a las órdenes del general Rommel. Sus acciones le valieron ser ascendido y condecorado con la Cruz de Hierro, el máximo reconocimiento sobre el campo de batalla. Sobre todo por sus incursiones secretas en automóvil tras las líneas enemigas para realizar labores de espionaje y depositar agentes en lugares estratégicos como El Cairo.

    Al finalizar la guerra, las aventuras del conde Almásy no terminaron. Regresó a Hungría, pero allí fue encarcelado por el régimen comunista instaurado tras el Telón de Acero. Acusado de alta traición, fue condenado a muerte por un tribunal del pueblo, pero consiguió finalmente que le conmutaran engañando a los comunistas al ofrecerles sus servicios como espía. Ayudado por sus amigos egipcios, en la persona de un primo del rey Faruk, y de un agente secreto británico del MI6 (pues siempre trabajó para ellos), consiguió llegar a Austria.

    No tardó en regresar a Egipto, donde el propio rey le nombró director del nuevo Centro de Estudios del Desierto. Casado con Elena Pittoni, tuvo tres hijos y murió a los 55 años, paradójicamente en la apacible ciudad austriaca de Salzburgo, durante una visita que realizó en 1951 y en la que le sobrevino un ataque de disentería.




    Más Leídas
    Ver más noticias