Motor

El día en que Volkswagen se cansó de Seat



    Nada es eterno cuando pierde dinero. La multinacional alemana Volkswagen (VW) se ha cansado de las pérdidas crónicas de su filial Seat y ha decidido poner fin a la sangría de una marca que compró en 1985.

    El cese de James Muir como presidente de la compañía española y su sustitución por el alemán Jürgen Stackmann es una renuncia a los planes de crecimiento que defendieron tanto Muir como su predecesor Erich Schmitt. El alemán Schmitt, ingeniero de formación, abogaba por una Seat que, para ser rentable, fabricara 800.000 coches en 2018 frente a los 380.000 que produjo el año pasado. Cuando llegó Muir, con un perfil más comercial, el objetivo cambió y la intención era vender 500.000 coches anuales tras abrir los grandes mercados de Rusia y China, algo que tampoco se ha cumplido.

    Muir, británico y con una autoestima por encima de la media, dijo a su llegada que él era "la última oportunidad para Seat" y lo que parecía una fanfarronada ahora tiene tintes de realidad. Desde el aterrizaje de Stackmann en mayo, Seat ha aprobado un ERE temporal para la fábrica de Martorell, ha anunciado el despido de 393 personas en oficinas, ha enfriado los planes de crecimiento en China, Rusia y Latinoamérica para concentrarse en un estancado mercado europeo; ha iniciado un proceso de simplificación societaria y ha perdido el liderazgo de ventas en el mercado español, algo que VW consideraba clave para el futuro de la compañía. Lo sorprendente es que Seat ha cedido el liderazgo a la marca VW que ha iniciado una ofensiva comercial en el mercado español colocando su Golf a un precio inferior al León.

    En el lado de la producción, VW también está alargando la decisión de que Seat y Skoda fabriquen y comercialicen un todoterreno SUV, el único segmento de mercado cuyas ventas crecen en Europa. Más allá de que el coche se fabrique en España, (lo que garantizaría el empleo en la fábrica), lo grave es que ese SUV es la última obra del centro técnico de Martorell, el único elemento que distingue a Seat de una planta de ensamblaje más.

    Jordi Sacristán, delegado de 'elEconomista' en Cataluña




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