Motor clásico

Davis Divan: la fallida historia del 'coche-sofá'


    Juan Luis Soto

    Aunque parezca mentira, el origen de este singular modelo proviene del mundo de las carreras. En concreto de la mítica prueba de las 500 millas de Indianápolis.

    Pero empecemos por el principio. Al finalizar la guerra, en los Estados Unidos la fabricación de automóviles floreció como un gran negocio a todos los niveles. El vendedor de coches Glenn Gordon 'Gary? Davis fue uno de los muchos que quiso aprovechar la ocasión, fundando en la ciudad de Van Nuys, en la siempre emprendedora California, la Davis Motor Car Company. Contrató como diseñador al famoso Frank Kurtis. El veterano vendedor de coches californiano le admiraba desde unos años antes cuando vio su roadster de tres ruedas, fabricado por encargo para el millonario piloto Joel Thorne, participar en las ya mencionadas 500 Millas de Indianápolis.

    Su idea era trasladar este original concepto de vehículo al ámbito del transporte particular y desarrollar un coche ligero, de bajo consumo y de máximo aprovechamiento en su interior. Así nacía el Davis Californian, que poco después se rebautizaría con en el nombre más comercial de Davis Divan.

    Un modelo contracorriente

    Fabricado en aluminio disponía de un eje trasero rígido y una suspensión delantera de horquilla. Su motor inicial fue un pequeño Hercules de 47 caballos, sustituído después por un Continental de 63. La transmisión a las ruedas posteriores se realizaba a través de una caja de cambio Borg-Warner de tres relaciones y, en la más larga, el Divan conseguía llegar hasta los 80 kilómetros por hora. Eran a todas luces unas prestaciones insuficientes para satisfacer a la eufórica población norteamericana que se lanzó sin dudarlo a compara los enormes coches con poderosos motores V8 que dominaron el mercado durante las siguientes décadas.

    Eso sí, el principal argumento comercial del Divan era su generosa banqueta, capaz para cuatro pasajeros e indudablemente la "más ancha entre todas". Era sin duda un modelo a contracorriente y con un planteamiento inoportunamente "utilitario". Pese a ello levantó un gran interés entre la opinión pública, mereció la atención del Ejército que encargó algunos ejemplares y acaparó buen número de portadas de revistas especializadas y de información general.

    Lamentablemente para el osado Davis, su empresa no termino muy bien. Después de fabricar una pequeña serie de una docena de unidades con su pequeño equipo de ingenieros, Davis entró en franca bancarrota al dispararse los gastos y las deudas. Un engorroso proceso acabó con Davis en la cárcel, condenado a dos años de prisión por no pagar los salarios a su plantilla y no responder ante sus compromisos financieros.




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