Motor clásico

Subastado un Mini oxidado de los orígenes de la marca británica por 50.000 euros

    Ejemplar de Mini de 1959 oxidado por el tiempo | Bonhams/Bloomberg


    ¿Quién dijo que un coche pierde valor con su deterioro tras el paso del tiempo? No sucede siempre así y para demostrarlo valga el ejemplo de un Mini de 1959 corroído por el óxido que ha alcanzado un precio de 49.580 euros en una subasta en Reino Unido. Este peculiar vehículo ha sido descrito como el coche que más tiempo ha sobrevivido sin ser restaurado.

    Este ejemplar fue el octavo Mini en salir de la planta de producción en Longbridge, en mayo de 1959, año en el que la compañía de origen británico -que hoy pertenece a BMW- comenzó a distribuir sus iconos de carretera. El mítico coche inglés fue diseñado por Alec Issigonis para la British Motor Corporation como respuesta a la escasez de combustible causada por la Crisis de Suez en 1956. Se cree que sólo tres ejemplares más antiguos continúa aún existiendo, si bien todos estarían restaurados en buenas condiciones.

    Su precio en dicha subasta partía de los 15.000 euros, si bien la última puja acabó triplicándolo hasta los casi 50.000 euros. Quedaba patente una vez más el gran valor que adquieren algunos automóviles clásicos por el simple hecho de llevar aparejados una historia o un rasgo anecdótico particular. Pero no fue el único.

    Entre los ejemplares que componían el catálogo de dicha subasta, se encontraba también otro clásico que despertó gran interés entre los presentes; pero, en esta ocasión, no por su estado sino por quién lo condujo en su momento. Se trata de un Pontiac descapotable que perteneció al Rolling Stone Keith Richards a principios de los 70, mientras el grupo grababa su reconocido álbum 'Exile on Main Street'. Por él, acabaría pagando, como en el caso anterior otro particular de EEUU, 46.750 euros.

    No obstante, el Mini oxidado, aunque único en su 'especie', no es sino uno más de cuantos coches han sido olvidados con el paso del tiempo y, desde luego, no es el que ostenta el récord de deterioro. Sin ir más lejos, el coleccionista Peter Mullin compró en 2010, por 260.500 euros, un Bugatti Brescia Type-22 de 1925 que permaneció durante más de setenta años en el fondo del Lago Maggiore.

    Pero, muy lejos del Mini, fue otro coche británico el que se alzaría como vencedor al final de la puja. Como no podía ser de otra forma, un Bentley ostentó el mayor precio pagado de entre cuantos componían la muestra: 236.000 euros por un Bentley S-Series Continental Sports Saloon de 1957.

    Una vez más, las subastas de estos coches históricos vuelven a demostrar el gusto de un amplio número de coleccionistas por los clásicos de la automoción y las grandes cantidades de dinero que aquéllos están dispuestos a pagar por ellos.




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