Después del batacazo con que terminó febrero y comenzó marzo, de la incapacidad de los índices para subir más allá de un rebote y del brutal incremento de la volatilidad, los inversores de todo el mundo tienen el miedo metido en el cuerpo. En estos casos, lo mejor es encomendarse a un santo muy protector y muy milagroso.
Y en el mercado, el mejor que hay para estos menesteres es Santa Reserva Federal.
Así ha sido de toda la vida. Y tanta es su influencia en los mercados que hasta se llegó a hablar de que los mercados no podían bajar en exceso porque Greenspan (el antecesor de Bernanke) siempre iba a estar allí para bajar los tipos si las cosas se ponían feas. Es lo que se llamó el 'Greenspan put', al que los analistas achacan buena parte de la culpa del exceso de confianza que ha caracterizado las fuertes subidas bursátiles de los últimos años.
Y ahora que vuelve a tronar en el mercado, los inversores asustados se acuerdan de nuevo de su Santa Bárbara particular. Esta semana se reúne el comité de mercado abierto de la Fed, y entre los comentaristas existe la sensación de que Bernanke puede lanzar un salvavidas al mercado. ¿Cómo? Bajando los tipos directamente no, porque sería un movimiento totalmente inesperado que sembraría el desconcierto en el mercado y el temor a que la situación económica sea peor de lo que parece. Y después de la que lió Greenspan con su advertencia de una recesión, eso sería el desastre total.
¿Entonces? Pues indicando al mercado que el comité está preparado para bajar tipos en los próximos meses si las condiciones lo permiten. Es decir, con una señal de que el próximo movimiento será a la baja y que no tardará demasiado en producirse. Esta señal supondría un cambio muy importante en la actitud de la Fed, que hasta ahora mantiene que el principal riesgo para la economía es la inflación, no la debilidad del crecimiento.
Una indicación de este tipo, a juicio de los economistas, no se daría explícitamente -la Fed es la Fed- en el comunicado posterior a la reunión. Pero podría hacerse de una forma sutil mediante el cambio en la descripción de las condiciones económicas. En enero, el texto hablaba de "un crecimiento económico algo más firme"; ahora podría hacer referencia del tono más débil de los datos publicados en las últimas seis semanas.
Algunos, como Brian Bethune, de Global Insight, señalan que la Fed tiene una oportunidad de oro con la crisis de las hipotecas ¡subprime'. A su juicio, bastaría con abandonar la frase de enero que decía que "han aparecido signos tentativos de estabilización en el mercado inmobiliario" y hacer alguna referencia a las turbulencias en el mercado crediticio.
Pero, ¿qué pasa con la inflación?
Ahora bien, la Fed se encuentra con un grave problema para lanzar ese salvavidas al mercado: la inflación. En efecto, los últimos datos de precios industriales y de IPC conocidos la semana pasada ase encuentran muy por encima de la "zona de confort" de la Fed (el IPC subyacente se encuentra en el 2,7%). Cambiar el sesgo de su política en estas condiciones puede suponer un duro golpe a la credibilidad del banco central. Y justo cuando esa credibilidad está cuestionada por las enormes dudas que han sembrado los últimos datos sobre el escenario perfecto de crecimiento sólido sin inflación aventurado por Bernanke en el Congreso. Además, hacer referencia al asunto del 'subprime' puede tener ser contraproducente y agravar la tormenta, al darle una importancia que hasta ahora le ha negado.
En todo caso, llama la atención lo poco que ha evolucionado la mentalidad de los inversores en la última década. Cuando las cosas empiezan a arder, todo el mundo confía en que el bombero habitual, la Fed, venga a apagar el fuego. El problema es que no siempre ha tenido éxito. El ejemplo más reciente es que, a pesar de la agresiva campaña de bajadas de tipos emprendida tras el 11-S de 2001, la bolsa tardó más de año y medio en detener su caída.