El cierre de las bolsas asiáticas ha dejado motivos para el optimismo, incluido el yen, que mostró los primeros signos de debilidad el viernes, y hasta la banca está respondiendo mejor de lo previsto a la noticia de los nuevos requerimientos de capital que instaurará Basilea III. Varias piezas del puzle encajan, pero el reto de los índices se encuentra en superar las resistencias situadas en los máximos de agosto, que para el S&P 500 se sitúan en los 1.130 puntos.
Los datos de producción industrial del gigante chino pusieron los cimientos, y las bolsas asiáticas respondieron al alza edificando más motivos para creer en un contraataque de los alcistas. Sobre todo porque en Japón, uno de los indicadores adelantados de la deflación sobre el que se centran todas las miradas, el Nikkei lograba cerrar en los 9.321,82 puntos. Es decir, cerca de la resistencia de los 9.365 puntos, un nivel clave, ya que su ruptura podría significar el fin de la corrección que está experimentando el índice y daría más alas a la recuperación de los mercados europeos.