¿Los inversores deben estar nerviosos por el hecho de que la Reserva Federal esté más nerviosa? A priori, parece que sí, porque ayer Bernanke rebajó sus estimaciones de crecimiento económico, predijo que el paro se mantendrá elevado más tiempo de lo que pensaba y alertó del riesgo de deflación (caída de precios), que es el peor escenario posible para las empresas y los mercados, como saben bien en Japón.
Sin embargo, la Fed no es que tenga el mejor track record precisamente a la hora de hacer predicciones sobre la economía. En sus previsiones de junio de 2008, siete meses antes de que la recesión comenzara oficialmente, la Fed todavía esperaba que la economía evitara ese escenario y que el desempleo se mantuviera en torno al 5% en los tres años siguientes. En vez de eso, el paro se disparó hasta el 10,1% a finales de 2009 y este año promedia un 9,7%.
El banco central no sólo se equivoca por ser demasiado optimista, sino que en ocasiones se ha pasado de negativo. Por ejemplo, sus previsiones llevaron a Greenspan a bajar los tipos al 1% en junio de 2003, dos semanas antes del inicio de uno de los mejores trimestres de crecimiento en EEUU en 20 años.
Como se recordará, no sólo bajó los tipos entonces, sino que los dejó ahí durante un año entero a pesar de la evidente recuperación de la economía. Muchos echan la culpa a esa política de crear la burbuja inmobiliaria que acabó por explotar y por provocar la recesión del año pasado.
"Si uno se fija en lo que ha pasado en la realidad frente a las previsiones de la Fed, la política monetaria tiene mucho que mejorar", opina Lakshman Achuthan, director general del Economic Cycle Research Institute.
Pese a este historial, cuando la Fed habla, los economistas escuchan. "La Fed se equivoca. Aun así, nos importa lo que piensan sus miembros", señala Robert Brusca, de FAO Economics. "Y ahora mismo, parece que se están poniendo nerviosos", concluye.
Es decir, que aunque se equivoque, es quien tiene la política monetaria y quien puede alterar las condiciones económicas con ella. En todo caso, la reacción de ayer de Wall Street al pesimismo de Bernanke puede ser exagerada si hace honor a esta tradición de equivocarse. El problema, como siempre, es quién le pone el cascabel al gato. ¿Quién se atreve a apostar contra los pronósticos de la Fed? ¿Alguien por aquí?