La suma de fuerzas da perdedora a Telefónica en la junta de accionistas de Portugal Telecom (PT) que mañana se celebra en Lisboa. Se mire por donde se mire, todo invita al pesimismo desde suelo español. No sólo compite en campo ajeno, envuelto en un ambiente político extremadamente hostil, con el arbitraje manifiestamente casero, sino que saltará al terreno de juego en clara inferioridad numérica. Por todo ello, Telefónica tiene motivos para pensar que su oferta por Vivo será rechazada por la junta.
No le salen las cuentas al grupo español. Entre los votos del núcleo duro de la operadora lusa y el 8 por ciento bloqueado a Telefónica la cosa parece imposible. En concreto, mañana se someterá a consulta la propuesta de una oferta de 6.500 millones de euros, entre otras condiciones, a cambio del 50 por ciento de PT en Brasilcel, sociedad instrumental propietaria de Vivo.
El regulador de los mercados ya ha metido el primer gol a Telefónica antes del inicio del partido, al impedir a los accionistas extranjeros hacer valer el 8 por ciento recientemente adquirido a través de los contratos de derivados de ?equity swap?. El 2 por ciento todavía en manos de Telefónica tampoco servirán para la española. Ya hubo otra zancadilla regulatoria cuando el presidente de la Asamblea de Accionistas privó a Telefónica de incorporar la propuesta de pago extraordinario de dividendo y con la imposibilidad de que el 8 por ciento del capital de PT vendido por Telefónica haga valer su porcentaje en la votación, tal y como decidió ayer la CMVM lusa.
El mismo árbitro de la junta todavía no se ha pronunciado sobre este porcentaje vendido a accionistas privados, pero todo apunta a que todos los actores portugueses actuarán como un solo hombre contra la oferta del vecino.
A falta de unas horas para la votación, la aritmética favorece a PT. Se huele un triunfo luso por los pelos, pero un triunfo al fin y al cabo. Telefónica echará en falta el peso de su capital en la votación para aspirar al éxito. Es decir, a Telefónica le falta una decena de puntos para alcanzar la mayoría simple e inclinar la balanza a su favor con el 51% de los votos.
Visto lo visto, sólo queda esperar un último movimiento por parte de Telefónica en las próximas horas. Parece improbable que eleve el precio, ya que desde las plantas nobles del ?Distrito C? consideran que no es un problema de precio, sino un asunto político.
En esos casos, las reglas de la economía de mercado quedan en un segundo término. La defensa de Vivo se ha convertido en un asunto de Estado para el ejecutivo que lidera José Sócrates y, ante semejante circunstancias, los accionistas locales sólo tienen que obedecer la doctrina? por la cuenta que les tiene.
El gran misterio que ahora inquieta a los mercados consiste en adelantar las inmediatas actuaciones de Telefónica. En el más que probable caso de que asuma la derrota de la batalla de Lisboa (que no de la guerra), Telefónica podría dejar pasar cierto tiempo y que el ?General Invierno? actúe a su favor.
La cotización de PT podría desplomarse mañana (ha subido en este litigio más de un 25 por ciento) en cuanto deje escapar el botín ofrecido por Telefónica. La caída de los títulos de la lusa se presume inevitable durante los próximos meses, lo que abarataría un posible contraataque de Telefónica, en esa ocasión, por el 100 por cien de Portugal Telecom. A medio plazo, la española podría engullirse a su vecino y cumplir su objetivo: conquistar Vivo.