CANAL 9, UNA MUERTE ANUNCIADA

Los 24 años de Canal 9 han sido la historia de una muerte anunciada. Una auténtica pena, porque cuando un medio de comunicación cierra, algo se desgarra en el interior de cualquier periodista. No por ello se puede decir que este grupo de comunicación público no fuera un despropósito en sus resultados económicos. 1.300 millones de deuda, a pagar por todos los ciudadanos; 1.800 empleos directos, cuando con un 20 por ciento de esa cifra la televisión y la radio podrían haber emitido correctamente; unas infraestructuras incómodas pero lujosas; y, en suma, unos muy malos dueños. Lo trágico de esta situación es que no serán los dueños los que paguen el desaguisado al que se llega con el cierre, sino que serán esas 1.800 personas, que sin tener ninguna responsabilidad sobre la gestión y sin poder opinar, ahora se ven en la calle. Y si la única responsabilidad que se pide por este cierre es la de las urnas, parece que nuestro estado de derecho es muy endeble y poco fiable. ¿Es posible que se cierre una empresa, la que sea, con una deuda de 1.300 millones de euros y unos despidos de 1.800 personas y nadie tenga responsabilidades? Lo dicho.

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