La fiebre de los ETFs (fondos cotizados) en EEUU está alcanzando incluso a los asesores financieros independientes, figura muy extendida en los países anglosajones. Hasta tal punto llega el asunto, que incluso los partidarios de la gestión activa recomiendan incluir ETFs en la cartera. Y algunos van más allá y proponen construirla únicamente a base de estos productos.
Los asesores dan como razones principales de esta preferencia por los ETFs su bajo coste, su sencillez, la exposición global al mercado que proporcionan y su gran liquidez, que evita el riesgo de quedarse atrapado en un valor concreto. A lo cual hay que añadir su flexibilidad, la posibilidad de hacer trading con ellos y de ponerse corto (en EEUU), y su mayor eficiencia fiscal en ese país.
De esta forma, estos fondos que se limitan a replicar índices han pasado de ser 19 hace una década con un patrimonio de 6.700 millones de dólares a 387 en EEUU con unos activos de 422.000 millones. Una cifra que no es demasiado relevante frente a los 10 billones de dólares invertidos en fondos, pero que no deja de crecer. Y este crecimiento ha traído tal diversificación y sofisticación de los ETFs y los índices en que invierten que se puede crear perfectamente una cartera sólo con ellos.
Es lo que sugiere Rob Wherry, de SmartMoney, a varios asesores financieros. Hay que tener en cuenta que los ETFs no son adecuados para todos los objetivos: por ejemplo, si uno va a portar fuertes sumas anuales a una cuenta para la jubilación, los costes de intermediación son altísimos (los ETFs tienen comisiones de gestión muy bajas, pero hay que pagar una comisión al broker cada vez que se compra y vende, como las acciones; de hecho, son acciones).
Carteras para conservadores y agresivos
Pero con el dinero extra se puede hacer una cartera con estos productos; incluso se puede invertir grandes cantidades con la idea de que entramos en un fondo con comisión de suscripción (raro en España pero habitual en el resto del mundo). Sea como fuere, Wherry recomienda como cartera más conservadora una que invierta en ETFs sobre el S&P 500 -los populares Spiders- y sobre un índice del resto de mercados -recomienda el MSCI EAFE, con exposición a Europa y Asia-. Sugiere completar la cartera con ETFs sobre bonos, que replican varios índices de deuda de Lehman Brothers.
Si se quiere ser un poco más agresivo, recomienda diversificar el 50% de la cartera en ETFs por 'estilos': 'value' o 'crecimiento', en función del momento del mercado (él apuesta por los valores de crecimiento ahora). Y si la visión es a más largo plazo, aconseja el último grito en ETFs: los que invierten en compañías que pagan dividendos, que garantizan una renta periódica hasta la jubilación. Y para darle más marcha, coloca un 10% de la cartera en fondos que replican índices de valores pequeños y medianos.
Para los inversores más agresivos, su cartera de ETFs incluye fondos sectoriales. Hasta ahora han funcionado muy bien los del sector petrolero, pero este comentarista los cambiaría ahora por el sector tecnológico. Otra idea es la diversificación internacional en mercados emergentes, para los que también hay ETFs de las principales gestoras (como Vanguard). Y si se quiere ser agresivo de verdad, ahí están las nuevas categorías de ETFs que difuminan la frontera entre gestión pasiva (se supone que es la suya) y activa: los fondos que dan el mismo peso a cada valor en un índice -equal weight-, sobre los que debatimos hace unas semanas en esta sección; o los que eligen los valores basándose en factores como los beneficios empresariales, dividendos o cash flow.
La diversificación llega a extremos como la fragmentación del sector farmacéutico en especialidades como enfermedades infecciosas o cáncer. O ETFs sobre empresas segregadas de otras más grandes, o sobre las que tienen patentes. Lo próximo serán fondos que dividan los distintos países en estilos, tamaños y sectores.