Alejandro Páez Varela
- 13/07/2020, 17:26
13/07/2020, 17:26
Mon, 13 Jul 2020 17:26:56 +0200
Si la visita a la Casa Blanca era para restablecer las relaciones podridas que dejaron Luis Videgaray y Enrique Peña Nieto, nadie en su sano juicio podría decir que fue un fracaso. Lo dirá si tiene otro interés; si es porque no quiere reconocerle un acierto a esta administración. Pero a los empresarios les fue bien: fue un esfuerzo para echarlos a andar en medio de la peor crisis de todos los tiempos con las oportunidades que plantea el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Al cuerpo diplomático mexicano le fue bien: la mayor potencia del mundo, que es dirigida por un tipo inestable y a veces incomprensible, aceptó una reunión sin exabruptos y sin sorpresas en una relación que es desigual. Al país le fue bien: superamos la vergüenza de las humillaciones que sufrió México cuando Peña fue recibido por Donald Trump; ese estar siempre parados en un hilo delgado; ese estar esperando a ver cómo amanecerá el personaje y qué sorpresas tiene con nosotros. ¿Migrantes? ¿Muro? Y más: las drogas, cómo quedamos con los demócratas, cómo hacerles cumplir con su promesa de invertir en el sur: todo eso quedó pendiente y más, claro, porque es una relación compleja. Pero si la visita a la Casa Blanca era para mejorar la relación entre estas dos naciones obligadas por la vecindad, creo que fue un éxito y nadie debería escatimarle a Andrés Manuel López Obrador el logro.