- 09/03/2023, 18:23
Desde el inicio de la actual crisis inflacionista, han sido multitud los argumentos demagógicos que han identificado de inmediato a la industria alimentaria y los distribuidores con los grandes beneficiados, o incluso los instigadores, del encarecimiento que presenta la cesta de la compra. El examen riguroso de los datos más recientes permite desmontar esa tesis. No en vano el indicador que refleja la diferencia entre los precios en origen y aquellos que paga el consumidor final se encuentra actualmente en 3,66 veces, su nivel más bajo de la última década. Sin duda, si la diferencia entre ambos extremos de la cadena de productos básicos se estrecha, es debido, en parte, a que los costes de producción han subido sustancialmente para los agricultores y ganaderos en el último año. No obstante, los expertos señalan que la estadística también refleja el esfuerzo que los supermercados, transportistas y otros intermediarios están haciendo en cuanto a contención de sus márgenes. Sin duda, el hecho de que el precio de venta más que triplique el precio en origen puede parecer aún una diferencia demasiado amplia. Ahora bien, su origen no se encuentra en un hipotético abuso promovido por los distribuidores y la industria alimentaria. Mucho más decisivos resultan factores como la ineficacia en su aplicación de la que aún adolece la Ley de la Cadena Alimentaria, reformada en 2019 y en 2021 pero todavía ineficaz a juicio de los sectores involucrados. No existe, por tanto, base para defender la imposición de topes de precios a los supermercados como Unidas Podemos hizo hace pocas semanas. Esa distorsión del funcionamiento del mercado sólo abocará a mayores encarecimientos y más problemas para el consumidor.