- 30/03/2022, 11:55
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Wed, 30 Mar 2022 11:55:06 +0200
Aquel día de 2018 el CEO podía darse por satisfecho cuando llegó a su oficina para recoger sus cosas y despedirse. Tras cinco años de transformación a corazón abierto en una empresa que representaba un ícono de la matriz industrial en Europa, le acababa de presentar a accionistas, sindicatos, empleados y mercados un balance que brillaba por todas partes: la excelente previsión de ventas de todas las áreas de negocio del conglomerado; los ingresos rozaban máximos históricos; la estructura del grupo había adelgazado, la plantilla estaba más motivada y capacitada ante los nuevos retos; el desarrollo de productos estaba engranado sobre principios de agilidad; y también habían alcanzado y superado a su principal competidor global en cuanto a capitalización bursátil. Tan bien estaban las cosas, que su empresa se había podido dar el lujo de lanzar una OPA sobre uno de sus principales competidores europeos. Con todo derecho, el consejero delegado podría haber escrito ese día en su agenda: ¡Misión cumplida! Pero, no.