
El éxito de la producción de moda en cadena y ready to wear durante los años 80 y 90 ha tenido su lado negativo: el cliente compra y viste de las mismas marcas. Una nueva cultura de moda que los jóvenes que crecieron en ella tratan de evitar acudiendo a marcas de autor, al logo o incluso a la sastrería. La Asociación Española de Sastrería (AES) confirma esta nueva tendencia: "Un número mayor de consumidores jóvenes de entre 30 y 40 años están recuperando el interés y valoran la sastrería como una forma de acceder a prendas de calidad", asegura Agustín García Montero, tesorero de la asociación.
Este prometedor escenario ha obligado al sector a adaptarse. Enrique Sanjurjo, vocal de AES, tiene claro que el sector está consiguiendo dar una respuesta "más que notable a los cambios del mercado, sabiendo ofrecer hoy en día prendas a medida tradicionales pero con un aire fresco y actual". Sin embargo, uno de los principales retos de esta asociación es trabajar por la regeneración de un sector avejentado que dé respuesta precisamente a este nuevo tipo de cliente más joven y al futuro.

AES describe un panorama de la sastrería artesanal con sastres con una edad media de entre 55 y 60 años, y con profesionales en taller con 55 años de media. "Ambas son unas edades medias muy elevadas y es uno de los motivos por los que AES está trabajando en encontrar una formación con garantías con el objetivo de que el número de sastres aumente, pero que a la vez la edad media disminuya", explica Sanjurjo. En la sastrería industrial, la media de edad ronda los 40 años.
El sastre más joven de España
La Sastrería Serna es un ejemplo de esta regeneración. Agustín García Montero, maestro de este negocio, es el sastre al frente de la sastrería más joven de España y solo cuenta con 36 años. Responsable del negocio desde 2015, ha notado también como su clientela se ha ido rejuveneciendo en los últimos años. Un nuevo nicho de mercado que le ha permitido mantener la sastrería que le dejó Cecilio Serna tras su jubilación (y la jubilación de su clientela más clásica).
Agustín cayó en esta profesión por casualidad. Aspirante a biólogo, entró en Serna como repartidor de pedidos pero pronto se puso a las órdenes de Cecilio y aprender así el oficio. Una apuesta por un chaval ajeno a la sastrería que causó recelos entre el sector más tradicional 'estás tonto, le vas a enseñar y se te va a marchar', le dijo un colega al tomar esa decisiónpero que explica por qué el sector se ha envejecido tanto: "Fueron los propios sastres los que no querían formar a más sastres", sentencia Agustín. Una costumbre del pasado que AES trata de cambiar. "Si creas formación, hay mano de obra, los talleres se llenan y se da la posibilidad de que creen sus propios negocios, se genere competencia y por tanto calidad", añade.
Este maestro predicó con el ejemplo. A su lado está Lucía Serrano, una joven de 26 años que trabaja en Serna como aprendiz de sastre. Una situación que define como privilegiada pero sobre todo es rara. "El 85 por ciento de los trabajadores de este oficio son mujeres, pero ocupan puestos de taller, en pocas ocasiones están de cara al público y mucho menos realizando ninguna prueba a un cliente", aseguran desde la asociación.
En Sastrería Serna ella sí que prueba, espera ser sastre en un futuro y la reacción de los clientes es dispar. Mientras una parte confiesa que les ayuda que sea una mujer la que les aconseje, otros se sorprenden y los hay que se refieren a ella como la ayudante. Lo cierto, los comienzos de Lucia no fueron fáciles. Tras una larga temporada visitando todas las sastrerías de Madrid para pedir prácticas antes de recaer en Serna, Lucia tuvo que escuchar como un famoso sastre le dijo: "lo que tienes que hacer en vender colonias en un centro comercial".