Aunque el estilo casual y deportivo está más en boga que nunca, no siempre fue así, y si a alguien le debemos el impulso de esta tendencia es a Claire McCardell (Frederick, 1905-1958), la diseñadora americana que apostó por los diseños más relajados y accesibles (también económicamente), frente a las prendas encorsetadas y rígidas europeas.
Nacida en el seno de una familia acomodada, McCardell mostró su pasión por la moda desde que era niña. Con 16 años, quiso mudarse a Nueva York para estudiar diseño, pero su padre, senador del estado de Maryland y presidente del Banco Nacional del Condado de Frederick, le convenció para que cursara el programa de economía doméstica en Hood College. Dos años después, la diseñadora se muda finalmente a Nueva York y se inscribe en la prestigiosa Parson's School of Design, donde se forma en diseño de moda hasta 1923.

Tras graduarse, trabajó un tiempo como modelo y dibujando diseños en tiendas de moda, hasta que a finales de 1930 comenzó a trabajar como asistente de diseño para Robert Turk y, después, en Townley Frocks. Con 27 años, en pos de escapar de los clichés americanos y encontrar nuevas vías de inspiración, la diseñadora viajó a París para nutrirse de la moda callejera. Durante la época de 1930, McCardell dio a luz a sus primeras innovaciones -totalmente revolucionarias en la época-, como las corbatas finas o la utilización de detalles de la ropa masculina en prendas para mujer, que serían más tarde algunas de las señas de identidad de su firma homónima.

Aunque McCardell despuntó desde sus inicios, no fue hasta 1938 cuando su nombre se popularizó en todo el país gracias al Monastic Dress, un vestido de corte al bies con un cinturón que permitía ajustarlo al gusto para resaltar las curvas del cuerpo femenino. Esta prenda, que se vendió por 29.95 dólares, se agotó en solo un día, y se convirtió en el vestido más copiado por otras marcas, lo que llevó a Townley Frocks a la quiebra en un intento por luchar contra todas estas imitaciones. Los años siguientes, la creadora americana trabajó -con poco éxito- para Hattie Carnegie, hasta que en 1940 Townley Frocks reabría sus puertas y McCardell volvía a trabajar para la marca.

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, donde había una gran escasez de materiales, la diseñadora consiguió ganar aún más fuerza gracias a su apuesta por los tejidos básicos -y poco aceptados por entonces- como el algodón, el denim o la lana, y popularizó el uso de las bailarinas para solventar la falta de cuero, ya que éstas llevaban menos cantidad de tejido.

En 1942 llegaría otro de los grandes hitos de la diseñadora: el vestido Popover. En respuesta a la propuesta de Harper's Bazaar de crear una prenda de moda versátil, que pudiera utilizarse tanto para limpiar la casa como para salir de fiesta, McCardell diseñó un sencillo vestido gris con un broche en el cuello. Una prenda que causó furor y que se vendió por 6,95 dólares, superando las 75,000 ventas en la primera temporada.

Durante los años siguientes, la diseñadora, que ha tenido una gran influencia en las creaciones de Donna Karan o Calvin Klein, se alzó como una de las grandes exponentes del american look. Así, en 1946 ganó el premio como mejor diseñadora de ropa deportiva y, en 1954, trabajó como asesora para Time Inc., para crear una nueva revista que se convertiría en Sports Illustrated.

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