Las usamos a diario y a todos nos han salvado de algún que otro apuro. Pero, realmente ¿qué sabemos de las tarjetas de visita? Comenzaron a emplearse en Francia allá por el siglo XVII y poco a poco la configuraron en una etiqueta que alcanzó su cénit en el siglo XIX, cuando adoptaron su formato definitivo, muy similar a la actual. Es entonces cuando comenzaron a tener, de manera generalizada, un diseño sencillo, con fondo blanco y el nombre de su propietario. Y hasta tenían su propio modo de uso. De hecho, la propia visita tenía sus códigos: en nuestro país, la alta sociedad abría sus salones en invierno para recibir semanalmente (o cada quince días) e, incluso, se anunciaba en la prensa estos periodos de visitas.
Las tarjetas en esa sociedad servían como sustitutos del contestador automático o del actual WhatsApp. Si se llegaba a la casa y los señores que recibían no estaba, se podía dejar la tarjeta con la esquina superior derecha doblada para explicarles a los anfitriones que se había entregado de manera personal al servicio. Doblar la punta superior izquierda, en cambio, significaba pésame, y las dos superiores, comida. Y así todo un lenguaje (como el de los abanicos) que, si se controlaba mal, podía acabar en un desafío (si se entregaba doblada verticalmente por la mitad).

Hoy en día hemos perdido ese lenguaje, pero sigue existiendo un protocolo, como puede ser el entregarla con las dos manos si nos reunimos con un cliente asiático: "Esto responde a cuestiones culturales y es importante conocerlas y analizar la conveniencia de observarlas", asegura la experta en la materia que aconseja entregarlas en un primer momento, durante las presentaciones para poder consultar "detalles como el nombre de una persona si es que nos lo hemos olvidado o el cargo exacto que ocupa".

Tampoco se debe descuidar en ningún momento su imagen: "Son el soporte de comunicación por excelencia y es lo primero que imprime cualquier persona o empresa para darse a conocer", explica Laia Gascón, de la empresa especializada en tarjeta de visita Exaprint. "Debe representar los valores, objetivos e imagen de la empresa y formar parte de su estrategia global de comunicación", añade Fernández. Y para eso hay desde formatos sencillos a diseños más originales o incluso tarjetas ecológicas: "Los soportes eco y reciclados están pisando fuerte", comenta Gascón. "La conciencia medioambiental cada vez está más presente en la sociedad y los papeles y tintas con certificaciones medioambientales y ecológicos son un must en la comunicación actual. En la alta gama, ahora son tendencia las tarjetas triplex, con un groso mayor y con color en el borde". Y esto también es un lenguaje que dice mucho de nosotros.
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