En las faldas del volcán Barú, en las Tierras Altas de Panamá, unos pocos productores visionaron hace más de 10 años lo que hoy es una marca de lujo internacional: el café geisha, una variedad del grano que se vendió a 1.029 dólares la libra en 2019 en una subasta anual. Así, el pequeño pueblo de Boquete vio cómo en pocos años el "boom" del geisha explotaba la economía de la región.
Es todo un fenómeno. El café representa para Panamá apenas del 0,4 % del producto interno bruto, pero gracias al geisha este país, que está muy lejos de grandes productores mundiales como Brasil, Colombia y Honduras, ha conseguido colarse en el mercado de lujo cafetero, especialmente en Asia. Pero el éxito de este producto estrella no solo recae en las manos de los terratenientes, pues los indígenas de la comarca Ngäbe Bugle, uno de los siete pueblos indígenas de Panamá, son los coprotagonistas de la producción de café panameño.
Origen y cultivo del café geisha
El geisha es original de Etiopía y llegó a Panamá por medio de un programa de la FAO en el año 1960, aunque antes, las primeras plantaciones del grano se intentaron cultivar sin éxito en Costa Rica, explicó a Efe el experto panameño, Óscar Pérez, de la finca Elida Estate. Esta finca, propiedad del panameño Wilford Lamastus, ha cosechado con grande éxito el geisha y fue su lote el que en 2019 se vendió a 1.029 dólares por libra, superando su propio récord de 2018, a un comprador japonés.
En medio de dos grandes bosques, como son el Parque Nacional Barú y el Parque Nacional de la Amistad, una exuberante reserva natural que forma parte del Corredor Biológico Mesoamericano, este café encontró el ambiente perfecto para desarrollarse. Gracias a la mezcla de "las corrientes de viento frío y caliente del Pacífico y del mar Caribe se produce el bajareque, una lluvia delgada muy fina única en el mundo", responsable del buen desarrollo de las plantas cafeteras.
Pero cultivar café panameño de origen arábico no es fácil: se cosecha entre los 1.500 y 2.000 metros de altura, y hay esperar entre 5 y 6 años para ver los primeros resultados. "Tenemos una serie de factores que hacen tan especial al café: tenemos el terroir (conjunto de suelos con diferentes microclimas), mucha altura para cosechar, suelos volcánicos que son sumamente fértiles, hay una gran biodiversida, y tenemos microorganismo que aportan calidad. Pero sobre todo es pasión y un equipo bien entrenado", contó Wilford Lamastus.
Los asiáticos, fanáticos del café geisha

Los principales compradores de este café son los asiáticos por el suave sabor a toques florales: jazmín, melocotón, naranja, entre otros. Así, la gran mayoría de las ventas son para Japón, Corea, China y Taiwan, pero el mercado se está expandiendo y Estados Unidos junto con algunos países europeos comienzan a adquirir este preciado grano.
Los indígenas de Ngäbe Bugle, mano de obra especializada
Los indígenas de la comarca Ngäbe Bugle cuentan con una tradición ancestral de cultivo de café y son los trabajadores de las distintas fincas. Se encargan de realizar a la perfección los diferentes procesos cafeteros. "Ellos se han especializado en todas las labores que tienen que ver con el café. No solo las labores agrícolas, sino también son catadores profesionales", afirmó Lamastus durante una visita a su finca.
Mientras un grupo de 3 indígenas lavaban el café con una manguera a las puertas de la finca Lamastus, las mujeres de esta etnia, de piel canela y pelo azabache, recogían las vainas de café con sus coloridos vestidos largos, un a escena que se repite por las haciendas de la zona. Mientras, los hombres secan los miles de granos en las camas africanas bajo un falso techo que ayuda a crear un ambiente seco, o empaquetan en sacos los granos verdes listos para ser exportados.
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