El vino rosado se quita cada verano un nuevo complejo. Están de moda y lejos queda la época en que eran vinos de segunda. Una nueva realidad en la que la bodega francesa Domaines Ott ha tenido mucho que ver. Su experiencia y compromiso con los rosados desde finales del siglo XIX ha contribuido a su revalorización. Y su particular forma de hacerlo, el estilo provenzal, ha instaurado una moda que replican viticultores de todo el mundo.
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Jean-François Ott, bisnieto del fundador de la bodega y responsable actual, explica a este medio que los rosados de estilo provenzal están vinificados para resaltar la fruta, la frescura y la acidez. Un objetivo que no implicaba inicialmente al color: "La idea nunca fue crear rosados pálidos, sino producir los mejores rosados posibles", explica Ott. Sin embargo, el resultado son unos vinos con un característico color rosa pálido o cebolla. Una tonalidad que se consigue gracias a que la maceración del mosto con los hollejos apenas llega a las dos horas. Un proceso que para un rosado tradicional se alargaría hasta las 10 o 12 horas, dando como resultado un vino más rotundo y frutal. Las variedades de uva utilizadas son la monastrell, garnacha, cinsault y syrah.
A lo español
La bodega Castelo de Medina, en Valladolid, ex-plica de manera didáctica que los vinos rosados pá-lidos se asemejan más a los vinos blancos, mientras que los rosados tradicionales se parecen más a un tinto joven. Y precisamente, la semejanza con el blanco es una de las razones, explica Diego Burgos, director de comunicación de la bodega, por la que el rosado va ganando enteros y mejor reconocimiento cada año: "Los rosados pálidos han encontrado un nicho de mercado en el que competir con los vinos blancos, debido a su similar frescura". Así, su vino Castelo Rosé 2018 no tiene apenas maceración, utiliza garnacha y destaca por sus finos aromas a frutos rojos que no renuncian a la frescura. Recomienda servir este tipo de vinos a entre seis y ocho grados centígrados para que en el momento de consumirlos estén a entre ocho y diez grados.
Julián Chivite, director de la bodega J. Chivite Family Estates, explica a este medio que esta gama de rosados pálidos comenzó como una moda del sector de lujo que nace de los champagnes rosé. De hecho, esta bodega fue de las primeras en sumarse a la tendencia y lanzó en 2014 su vino Chivite Las Fincas, en colaboración con el chef Juan Mari Arzak. Sin embargo, Julián Chivite entiende que esta moda ya está más que instaurada y coincide con Castelo de Medina en que los vinos rosados de estilo provenzal pueden ser un gran competidor de los blancos.
La bodega Alta Pavina, en la zona de Ribera de Duero, describe los rosados provenzales como vinos delicados y elegantes, muy florales y con un alto grado de acidez: "Muy recomendables para épocas cálidas como el verano", cuenta Hugo Ortega, propietario de la bodega. Su propuesta es Alta Pavina Rosé, un vino elaborado con uva pinot noir.
Desde las bodegas Rita Habla, en Extremadura, circunscriben la moda a las zonas más turísticas y de costa. Y su apuesta es decidida por el estilo provenzal. Así, su Rosé-Côte de Provence comprende las variedades de syrah y garnacha y destaca por un fresco e intenso carácter a pomelo.
La bodega vallisoletana Cepa 21, en Ribera del Duero, ha lanzado la nueva añada de su vino Hito Rosado, el más fresco y aromático de la bodega. Un 100 por cien tempranillo que sorprende por su aroma nítido a frutos rojos, sus notas florales y unos sutiles recuerdos cítricos.
La bodega canaria El Grifo también se ha apuntado a esta moda de los rosados provenzales. Así, elaboran su Rosado de Lágrima con la variedad listán negro.