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Los bebés ya pueden llevar lentillas

Las lentes de contacto son fáciles de poner y no molestan al niño. Foto: Archivo
¿Sabía que el 75 por ciento de los bebés tienen hipermetropía y el 71 por ciento astigmatismo? Uno de los estudios realizados por el Centro de Optometría Internacional (www.fundacionvisioncoi.es) revela la gran importancia que tiene cuidar la visión de los niños desde su nacimiento.

Marisol García Rubio, directora del COI, explica que "los pequeños no pueden contar lo que les sucede y el problema puede pasar desapercibido para los padres".

"La mayoría de los niños tienen hipermetropía, pero posteriormente se suele corregir. Sin embargo, existen otros muchos casos en el que no se cura y las dioptrías permanecen a la edad de tres o cuatro años", precisa García Rubio.

Localizarlo a tiempo

Lo más importante es la detección precoz, por lo que la doctora aconseja que el pequeño realice su primera visita al especialista a los dos meses de vida.

"Sin dejar pasar por alto, posteriormente, las revisiones de los seis meses, los dos y los cinco años", matiza. Porque si la hipermetropía no ha dado la cara mediante el estrabismo o un ojo vago y sus progenitores no le llevan al médico, "después será muy difícil corregir el defecto, ya que a partir de los siete años el ojo se considera adulto".

"Además, existe otro aspecto importante y es que si la hipermetropía es baja, el pequeño tendrá problemas de aprendizaje", explica la médico.

Los niños con esta carencia dan un perfil de nerviosos, presentan problemas de lectura y tienen bajo nivel de comprensión, por lo que muchos padres difícilmente llegan a asociar que el problema de su hijo proviene de la visión. Y la realidad es que esas dioptrías no le permitirán desarrollarse como a un niño con la vista normal.

Formación de la visión

Por eso, Marisol García Rubio dice, que "tanto cuando la hipermetropía afecta a un solo ojo, como cuando es una miopía alta o hay una catarata congénita operada es recomendable la utilización de lentes de contacto, primero porque es muy complicado ponerle a un bebé unas gafitas con graduaciones tan altas y segundo porque iguala la visión de un ojo con el otro tanto en calidad, como en color, tamaño y forma en un momento crítico de la visión, que es cuando se está formando".

Las lentes de contacto respetan, además, totalmente el campo de visión, "y el niño puede ir descubriendo el mundo entero con toda su amplitud". Su utilización no provoca ninguna molestia al bebé, "que se acostumbra rápidamente a ellas", explica.

Además, ahora mismo existen unas técnicas muy avanzadas, a base de topógrafos manuales, que han hecho posible que se realicen lentes que se adaptan perfectamente a los ojos de los bebés, que están casi todo el día durmiendo. "Los bebés no tienen miedo y es muy fácil ponérselas. A lo que hay que añadir que tienen muy buena calidad de lágrima, y no hace falta humedecerles el ojo".

Pero Marisol no quiere dejar de apuntar que estas lentes ayudaran a que el pequeño se desarrolle con normalidad -el 90 por ciento de la información que recibimos es visual-, pero en muchos casos no corregirá del todo las dioptrías. Para eso, existe la ortoqueratología, una técnica no quirúrgica mediante la cual se puede reducir e incluso eliminar la miopía.

Problema de integración

Para ello, se utilizan otras lentes de contacto especiales, llamadas de geomotría inversa, que unidas a un sistema de adaptación, basado en la topografía corneal, consiguen modificar la forma de la córnea y reducir entre dos y cuatro las dioptrías de la miopía. Se utilizan por la noche y se pueden poner a los niños a partir de la edad escolar.

Según la doctora, durante la época escolar, el hecho de tener que llevar gafas puede suponer para el niño un problema añadido de integración y adaptación social, y, por lo tanto, psicológico.

"Además de que las gafas pueden ser un handicap muy importante para su aprendizaje. Están mucho más torpes y en el recreo les pueden dar hasta de lado porque, al no calcular las distancias, por ejemplo, pierden los balones. Por no hablar de las posibles burlas".

En un bebé llevar lentes supone la prevención de no perder un ojo, "pero en un niño que está empezando el colegio es un tema de seguridad personal", concluye.

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