Opinión

Prudencia con los estímulos fiscales

Juncker

El choque que ha supuesto la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca acelera los acontecimientos en la UE. A menudo afloraba en ella el debate sobre la conveniencia de revitalizar las políticas de demanda (basadas en inversión y estímulos públicos), y moderar las medidas en pro de la austeridad en los Estados miembros. Pero fue esta semana cuando la Comisión abrazó ese discurso de forma más patente.

Su presidente, Jean-Claude Juncker, reclamó una "expansión presupuestaria" equivalente al 0,5 por ciento del PIB de la eurozona. También el BCE volvió a advertir sobre el débil crecimiento europeo y la urgencia de que los Estados auxilien su casi agotada política monetaria.

Sin duda, no es la intención de estas instituciones condenar la pasada austeridad. La eurozona nunca habría superado la crisis de deuda pública desatada en 2011 y 2012 sin ella. Ahora bien, dominado ese desafío, es innegable que existen países, como Alemania, en una situación fiscal desahogada que les permitiría potenciar sin riesgos su demanda interna.

El momento actual es propicio, ya que esa postura reforzaría al conjunto de la eurozona frente al resurgir del proteccionismo que Trump abandera y, en clave doméstica, constituiría una respuesta contundente al discurso populista, que defiende que la actual recuperación no llega a la sociedad.

Ahora bien, conviene evitar maximalismos y reconocer que no toda Europa está en la misma situación. En el caso de España, pese a su vigoroso crecimiento, sería una imprudencia dejar de lado la obligación de rebajar el déficit público. Precisamente, la puesta en marcha a destiempo de ciertos estímulos en nuestro país, como los acometidos en el Impuesto de Sociedades, ha perjudicado la consecución de ese objetivo.

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