L os últimos cambios acontecidos hacen más necesario que nunca plantearnos qué significa ser accionista, recuperando su sentido original más allá de contratar un producto. ¿Qué papel tienen los accionistas entre los diferentes grupos de interés de una empresa? Tenemos que superar esa visión caduca de que los accionistas son los propietarios de una organización o de una iniciativa. Si bien es verdad que son necesarios para su existencia, también lo son sus trabajadores, clientes y proveedores y, por tanto, en parte, copropietarios. La influencia de los accionistas en la empresa varía en función de cómo interpreten su papel como un grupo de interés más. Hoy día, la perspectiva predominante de ser accionista es obtener poder y rentabilidad poniendo el dinero a disposición de un mercado para que este lo invierta. Esta inversión pasa a ser totalmente anónima y el accionista deja de saber dónde está siendo invertido el dinero. Desaparece también la perspectiva de que haya un equilibrio con el resto de los grupos de interés, porque dicho producto financiero puede estar forzando a que la obtención de un rendimiento económico alto en el corto plazo sea en contraposición a los intereses de otros actores como clientes o empleados, que ven mermadas sus condiciones. En cambio, y más en las empresas con propósito social, el papel natural del accionista nada tiene que ver con contratar un producto financiero orientado a maximizar las rentas en el corto plazo, sino con formar parte de una iniciativa independiente cuyo propósito comparte. Más que propietarios materiales de la organización, son "propietarios del propósito" de la misma. Si como clientes demandan un servicio o producto, como accionistas se plantean además que es necesario que existan organizaciones que ayuden a transformar la sociedad en línea con sus valores, y por eso deciden vincularse a ellas. Se crea un círculo virtuoso entre compartir la perspectiva, el equilibrio de intereses y la independencia. Ese equilibrio entre los diferentes grupos de interés, donde el accionista no busca únicamente maximizar la rentabilidad de la inversión en el corto plazo, sin tener en cuenta el impacto de su inversión en el resto de grupos de interés, contribuye a que las organizaciones con propósito social se desarrollen en el largo plazo y ganen en independencia. Otro elemento importante en esa vinculación es que el accionista forma parte de la organización a través de una aportación de capital que realmente se corresponde con lo que puede comprometer en el medio y en el largo plazo. Esta es, de nuevo, una perspectiva distinta a la del producto financiero, ya que se busca una aproximación sostenible, donde el capital aportado fructifique a través de los rendimientos que genere la propia organización, y no a través de las rentas anónimas provenientes del mercado financiero. Desde esta concepción del accionista como una persona que toma una decisión consciente, que comprende su papel ya no sólo desde la rentabilidad sino desde la contribución a cambiar el mundo participando en las organizaciones con las que comparte su visión de futuro, la propuesta de participar en entidades con un perfil social es extraordinariamente interesante. Idealmente, todos podríamos participar de ese rol de ser accionistas, de dar ese paso más allá del cliente que busca un servicio a reconocer la relevancia de iniciativas de la economía sostenible. Se crea así un entorno donde el accionista tenga un papel más natural al decidir el importe de su inversión de forma adecuada, lejos de posibles confusiones o perversiones fomentadas por los mercados.