En la fábula de los tres cerditos, cada uno se construye una casa de un material distinto para resistir los embates del lobo. En el caso de Europa, sus tres principales economías ven la crisis cerca, pero cada una ofrece una arquitectura diferente. La italiana no se ha adaptado a los nuevos tiempos. Gracias a esto, no se ha expuesto a la ingeniería financiera que inflige daño a los bancos. Pero sufrirá los efectos igualmente. Aunque los italianos ahorraron, dependen de las exportaciones. Además, sus padecimientos habituales -la división Norte-Sur y la carga del Estado- parecen condenarla a un rendimiento bajo. Lo peor es que no se aprecia voluntad de reformas. En Francia se quejan, pero empiezan a darse cuenta de la necesidad del cambio. Aunque contempla con recelo el capitalismo y teme las consecuencias de la apertura de los mercados, sus entidades se introdujeron de lleno en el juego financiero y ahora están contaminadas. Sus esfuerzos para que el Estado pierda peso se quedarán en nada, porque para afrontar la crisis aumentarán el déficit. Y su mercado inmobiliario cae. En sus previsiones publicadas ayer se espera el lobo de la recesión. En Alemania observamos al vecino virtuoso: ganaron en competitividad ajustando los salarios, sus ciudadanos no se han endeudado mucho y las cuentas del Estado están saneadas. Sin embargo, sus bancos compraron títulos tóxicos y necesita de las exportaciones. También sufrirá. Así, Europa debe poner los cimientos para una política económica conjunta. Con mercados de productos y laborales muy rígidos, nos cuesta crear empleo. Aún existen muchas barreras. Sólo una moneda y una amenaza nos une. El lobo sopla, ¿aguantará la casa? ¿O también saldrán estos cerditos volando?