Las comisiones bancarias, tan impopulares como básicas en la actividad del sector, vuelven a dar síntomas de fortaleza. En el pasado semestre, los grandes bancos (el Santander, BBVA, Caixabank, Bankia, Popular y Sabadell) consiguieron cubrir el 47,57 por ciento de sus costes de explotación gracias a esta fuente de ingresos. Fueron 3.940 millones los obtenidos, lo que implica un avance del 3,2 por ciento interanual, tras las caídas continuadas propias de la crisis. Este incremento se nutre de diversos factores. En primer lugar, con los tipos de interés bajo mínimos, los clientes migran su ahorro desde unos depósitos que apenas rentan hacia otros productos, como fondos de inversión o de pensiones cuya gestión siempre implicó el cobro de comisiones. Por otro lado, en la banca se impone la razonable mentalidad de que la prestación de servicios tiene que pagarse, lo que motiva el surgimiento de nuevas tasas, como la que grava con dos euros el uso de cajeros a los no clientes, que Caixabank ya aplica y pronto lo harán BBVA y el Santander. Además, el sector recupera tarifas abolidas en los años del boom del crédito, como las que afectan a la apertura o cancelación de hipotecas o la cuota anual de las tarjetas. Pero, sobre todo, la cobertura de costes a través de comisiones es una exigencia para la entidades actuales, tal y como resaltó el propio Banco de España en junio. El sector no puede permitirse renunciar a ella en un escenario como el actual en el que la demanda solvente aún es muy reducida y las ganancias obtenidas por ajustes internos y menor necesidad de provisiones se agotan. Urge que los bancos reanimen sus aún bajo índices de rentabilidad y las comisiones contribuirán a ello.