L os precios están empezando a caer por todo el continente. El desempleo masivo, y una agotadora recesión, están obligando a las compañías con demasiada capacidad a cobrar menos por sus productos. Los beneficios de las empresas se desplomarán pronto, mientras los ratios de deuda de los gobiernos amenazan con salirse de control. La amenaza de deflación es tan preocupante, que se espera que el Banco Central Europeo lance todo lo que tiene en su arsenal para evitarla, y para conseguir que los precios vuelvan a subir. Incluso puede que dé un paso hacia la flexibilización cuantitativa próximamente. Pero hete aquí un misterio. Los dos países con la peor deflación de Europa son Grecia y España. ¿Y dos de los países con el mayor crecimiento? Curiosamente, resulta que también son Grecia y España. Así que si la deflación es tan terrible, ¿cómo es que esos dos son los que más rápido se están recuperando? La respuesta es que la deflación no es ni de lejos tan mala como a veces dicen que es los economistas de la corriente dominante. El verdadero problema es la deuda. Pero, si eso es cierto, quizás a la eurozona le iría mejor intentando arreglar su crisis de deuda en lugar de hacer campaña para subir los precios; especialmente porque, en cualquier caso, es probable que no tenga mucho éxito en ese empeño. No hay duda de que la eurozona se desliza inexorablemente hacia la deflación. Justo la semana pasada, supimos que la tasa de inflación en la zona disminuyó hasta el 0,3 por ciento el mes pasado -desde el 0,4 por ciento del mes anterior-, una cifra significativamente inferior a lo que esperaba el mercado. Lleva un tiempo cayendo de forma constante. La inflación al consumo no ha alcanzado el nivel objetivo del BCE del 2 por ciento desde el comienzo de 2013. Ha estado cayendo de forma constante desde su pico en el 3 por ciento a finales de 2011. Sería temerario esperar que eso cambie en un futuro próximo. El precio del petróleo se ha hundido, y los precios de otras materias primas se están viniendo abajo a su vez. Todo eso se incorporará a la tasa de inflación. Las ventas minoristas siguen aún flojas, y el desempleo todavía sigue subiendo. La gente que ha perdido su empleo no gasta dinero, y las empresas no suben los precios cuando las tiendas están vacías. La mayoría de economistas dirá que eso es muy preocupante, y que el BCE debe actuar inmediatamente para impedir que vaya a peor. La gente pospondrá comprar cualquier cosa, porque piensa que estará más barato el mes que viene. Las empresas serán reacias a invertir, porque ven cómo sus precios y sus beneficios se hunden. Se socavará la confianza y la economía lo pasará mal. Aún peor, las deudas de los países de la periferia de la eurozona se saldrán de control, porque la cantidad que deben seguirá siendo la misma, pero habrá menos ingresos para atender el servicio de la misma. Pero hay algo que no encaja en ese análisis. Los dos países con los peores datos de precios son también los dos países de Europa a los que les está yendo mejor. Basta con echar una ojeada a las cifras. En Grecia, los precios están cayendo a una tasa anual del 1,7 por ciento. En España, están cayendo un 0,4 por ciento. ¿Así que supuestamente esos son los dos países que han sufrido más daño? Bueno, no ha resultado exactamente así. La economía de la eurozona con un crecimiento más rápido ahora mismo no es otra que Grecia. Cierto que no es exactamente China, pero se está expandiendo a una tasa anual del 1,9 por ciento ahora mismo. ¿Y qué tal España? Su economía también está creciendo de nuevo, a una tasa anualizada del 1,6 por ciento. En cambio, las economías donde los precios todavía siguen subiendo no están yendo tan bien. En Alemania, el supuesto motor de Europa, la tasa de inflación está todavía en territorio positivo, con una tasa anual del 0,5 por ciento. Pero el crecimiento en el tercer trimestre fue solo del 0,1 por ciento, evitando por poco la recesión. Lo mismo ocurre en Francia: La inflación siguió positiva grosso modo, pero el crecimiento se ha estancado completamente. Así que no parece haber mucha conexión entre el aumento de los precios y un crecimiento más fuerte. Tampoco parece que la caída de los precios esté haciendo mucho daño. ¿Qué está pasando, entonces? En realidad, no pasa nada terrible por que los precios bajen. Es lo que ocurre en una economía competitiva. A la mayoría nos gusta que las cosas que compramos se abaraten. No hay pruebas sólidas que indiquen que eso disuade a la gente de comprar cosas. Si lo hiciera, nadie compraría nunca una televisión o un smartphone, porque saben perfectamente bien que podrán conseguir uno mejor por menos dinero el año que viene. En realidad, compran muchos de los dos. La gente compra cosas cuando las necesita, teniendo en cuenta las tendencias de precios. Después de todo, uno no se puede llevar ni el dinero ni el teléfono a la tumba, así que no se puede posponer la compra eternamente. Tampoco hay muchas pruebas de que mine la confianza de las empresas. De nuevo, si lo hiciera, nadie haría ningún tipo de electrónica de consumo. Las empresas invertirán donde creen que van a ganar dinero, y en tanto en cuanto los costes también caigan, no hay problema en que los precios bajen. La amenaza que supone para el crecimiento la deflación está extremadamente exagerada. De hecho, durante la mayor parte del siglo XIX la deflación era completamente normal, y eso no paró el avance de la revolución industrial. De hecho, la deflación suave puede en realidad estar ayudando a España y a Grecia. A medida que las cosas se abaratan, los consumidores sienten algo más de confianza, y empiezan a gastar de nuevo. Hay una cosa que es un problema, y es donde hay grandes deudas, como sin duda las hay a lo largo de la zona euro. Si los precios caen, esos ratios de deuda sólo van a empeorar y empeorar. En un momento determinado, serán insostenibles. Pero en ese caso, seguramente la reacción correcta es lidiar con la deuda, no con la deflación. Muchos países de la zona euro tienen deudas que probablemente nunca serán capaces de devolver. Si pensaban que la inflación iba a hacerles el trabajo de lidiar con eso, sufrirán una decepción. Eso no va a pasar. De lejos la mejor cosa que podrían hacer ahora sería reestructurar sus deudas. El BCE lanzará todo lo que tenga para luchar contra la deflación. Pero probablemente no funcione, y puede que sea bastante mejor así. La deflación no es ni de lejos tan mala como todo el mundo piensa.