La fiebre se apoderó ayer de las empresas inmobiliarias que cotizan en la bolsa española. Urbis recibió una opa de Reyal -que no cotiza-; y Construcciones San José -que tampoco está en el parqué- alcanzó un acuerdo con la familia Fernández Fermoselle para comprarle la mayoría de Parquesol. Reyal y Construcciones San José ganan el tamaño suficiente para ascender a las grandes ligas del sector inmobiliario y, además, se hacen con una vía más de financiación y de valoración de sus empresas, que es la presencia en bolsa. No son operaciones aisladas. La efervescencia financiera también ha alcanzado a Metrovacesa, a Inmobiliaria Colonial y a Inmocaral, que están inmersas en varias operaciones. ¿Por qué ocurre todo esto? Sobre todo, por dos motivos: el dinero está barato y el sector inmobiliario está en lo alto del ciclo. Son dos condiciones que combinan muy bien. Las empresas pequeñas pueden aspirar a hacerse con las grandes porque hay mucha liquidez en el mercado: bancos comerciales, bancos de inversión, firmas de capital-riesgo... sus carteras rebosan de dinero porque los tipos de interés están muy bajos. Además, con una cantidad de dinero limitada y un buen préstamo, una empresa de cualquier tamaño pero decidida puede hincarle el diente a una mayor y, una vez dentro de la compañía, financiar parte de la operación vendiendo activos o simplemente aprovechando la abultada caja lograda en los años de bonanza del sector. El cúmulo de operaciones inmobiliarias también sugiere otra cosa: que los inversores y las propias compañías todavía creen que el ladrillo puede darles más alegrías, lejos del pinchazo que vaticinan los últimos informes sobre el sector.