La deuda pública española aumentó más de 10 puntos en 2012 (86 por ciento del PIB) y cerrará el año en el 90 por ciento. Desde que se inició la crisis, la deuda pública y la del sector privado han seguido caminos opuestos. En 2005, España tenía un nivel de endeudamiento muy bajo, en torno al 36 por ciento, mientras que el sector privado acusaba un gravísimo problema de apalancamiento. Eran los días en que se podía escuchar en boca de destacados empresarios de la construcción frases como "el dinero no es el problema". La fluidez del crédito llevó a las compañías y a las familias a tomar decisiones equivocadas. Muchas empresas se endeudaron para crecer orgánicamente con operaciones que luego se vieron obligadas a deshacer. El estallido de la burbuja se cobró en un solo ejercicio durante el primer pico de la crisis más de un millón de puestos de trabajo. Las empresas tomaron medidas para revertir la situación, mientras que el Estado hizo lo contrario. En 2012 las compañías cotizadas han realizado un considerable esfuerzo de desapalancamiento, que situó la deuda de las empresas cotizadas en niveles previos a la crisis. Aún así el FMI advierte que el endeudamiento de las empresas españolas todavía representa un gran riesgo y debe reducirse un 20 por ciento. Más difícil será reconducir la deuda pública que nos puede enfrentar a sanciones en el futuro, si el G20 establece en el 90 por ciento el tope máximo de endeudamiento público y nos acerca a la barrera crítica del cien por cien. Zapatero no supo afrontar el problema y la gestión de Montoro la está agravando, ya que en vez de eliminar duplicidades y reformar la administración, encubre parte del déficit con más deuda.