E l ministro Luis de Guindos ha hecho de la necesidad virtud y ha convertido los tres bancos nacionalizados Bankia, Catalunya Caixa y Novagalicia Banco en una especie de la Argentaria que presidía Francisco Luzón, una constelación de entidades financieras públicas. Aquella operación salió muy bien y lo que era un conjunto de chicharros burocratizados y adormecidos se convirtió en uno de los primeros bancos del país. La idea se le ocurrió a Carlos Solchaga y los señores del dinero nunca se lo perdonaron, porque se convirtió en un feroz competidor que les hizo bajar las comisiones que cobraban por los créditos y les obligó a subir las remuneraciones que pagaban por los depósitos. Sin embargo, para el Estado fue una operación fantástica, porque lo que en principio no valía nada se privatizó años después a un buen precio. Rodrigo Rato, entonces portavoz económico del PP en la oposición, acusó al ministro socialista de haber creado ese banco para colocarse cuando perdiesen las elecciones. La vida da tantas vueltas que eso fue exactamente lo que él hizo con Bankia. Y así le ha ido, a él y a Bankia. Por el contrario, Solchaga ahí sigue en su despacho profesional. Es como estar viendo la comedia de Norman Jewiso Other People's Money (1991), donde se cuenta cómo aún es posible parar los pies a quienes se ponen como objetivo apoderarse de las empresas de los demás. Después de que el Estado haya invertido más de 100.000 millones en tapar los agujeros creados por la inoperancia y la codicia de unos pocos, ahora que están saneados se los quieren volver a quedar a precio de ganga. No se trata de recuperar la banca pública tras el desastre de las cajas de ahorros, sino de poner en valor lo que se ha saneado con el dinero de los contribuyentes. En EEUU también se nacionalizaron entidades y han sido devueltas al sector privado, pero después de que el Estado ha recuperado hasta el último dólar que había soltado. Pues en España igual.