E l vicepresidente de la CEOE y presidente de los empresarios de Madrid, Arturo Fernández, se lo está pensando. Las informaciones que le acusan de pagar en negro algunos sobresueldos a sus empleados han sido la gota que ha colmado el vaso de la patronal. El miércoles, en la junta directiva de CEOE, algunos de sus compañeros le pedían su dimisión y él solicitaba tiempo. Fernández es un empresario histórico, con un imperio hostelero y restaurador que emplea a más de 2.000 personas. Las acusaciones por parte de algunos de sus exempleados de pagar sobresueldos en sobres, de forma estructurada y organizada, no es de recibo. Lo cierto es que el hecho de pagar y recibir dinero negro implica directamente dos cosas: por un lado, el fraude a Hacienda -que somos todos, y cada vez menos-, y el fraude y fractura moral, tanto del que paga como del que lo recibe. Muchos economistas ponen de manifiesto que España aguanta esta crisis gracias a la economía sumergida, al famoso dinero negro que se contabiliza en B. Según muchos estudios, entre un 25 y un 30 por ciento del PIB está sumergido. Acabar con el fraude a Hacienda no es sólo luchar contra los evasores en paraísos fiscales; es, de hecho, erradicar la práctica, tan española, de no pagar impuestos. Probablemente la mejor manera de aflorar toda la economía sumergida es bajando los impuestos. Si las personas físicas, los autónomos y las empresas tuvieran un respiro en materia de impuestos serían mas responsables fiscalmente hablando. De hecho, ya lo sabemos, en España cuando el anterior Gobierno del PP bajó los impuestos, los españoles empezaron a pagar impuestos. Desde Europa, creen de forma equivocada que en España somos como un alemán o un sueco, que pagan impuestos religiosamente y les parece fenomenal. Aquí no, aquí queremos vivir como los suecos, pero pagando lo menos posible. En España queremos trabajar menos años, menos horas, ganar más dinero y disfrutar la jubilación de un finlandés. Llegados a este punto, la catarsis es necesaria en todos los aspectos: político, económico, financiero, empresarial y social. Es necesario volver a empezar por los principios: esfuerzo, trabajo, ahorro, dedicación y, sobre todo, responsabilidad personal.