Por favor, dejen de hacerse los interesantes. De verdad, nos harían un favor. Nadie puede discutir que en sus manos tienen varias de las decisiones que más influyen en la economía de un país -o una región, en el caso de la zona euro-. Pero, por favor, Sr. Bernanke, Sr. Trichet, Sr. Fukui, no se deleiten. Resulta elogiable el esfuerzo que vienen haciendo desde mediados de la pasada década por ganar transparencia. Han dispuesto para ello comunicados en los que anuncian y razonan sus decisiones sobre los tipos de interés o actas que recogen los debates que tienen lugar en sus reuniones. Y hasta celebran ruedas de prensa en las que se exponen a quemarropa a las preguntas de los periodistas. Con estas innovaciones, además de abandonar su tradicional opacidad, han descubierto que la comunicación constituye una herramienta más para manejar la política monetaria. Sin embargo, da la sensación de que la luz de los focos y los flashes de las cámaras les obnubila. O les hace crecerse, como si fueran estrellas de Hollywood. Pero su misión no es entretener. Tampoco dedicarse a inventar adivinanzas. Entonces, ¿sería mucho pedir que dejaran de usar acertijos y jeroglíficos? ¿Por qué recurren a ese lenguaje tan críptico y enrevesado? ¿Sólo porque Greenspan lo hacía? ¿O es que les gusta tener a todo el mundo pendiente de ustedes? Ah, y un último ruego. Precisamente porque se dedican a asuntos tan delicados como establecer los tipos de interés, manejar la cantidad de dinero que hay en una economía o supervisar la actividad bancaria, ¿podrían ser más cuidadosos con sus mensajes? A lo mejor Bernanke está satisfecho por haber disparado la volatilidad en los mercados financieros con los contradictorios mensajes que envió entre finales de abril y principios de mayo. Incluso es más que probable que éste fuera su objetivo, con el fin de evitar burbujas, pero alimentar la confusión tal vez no es la estrategia más idónea. ¿No creen? Atentamente.