La coyuntura económica actual tiene de todo menos estabilidad. Más allá de la crisis de las hipotecas de alto riesgo -subprime- en Estados Unidos, principal responsable de la desconfianza que reina actualmente en los mercados, la inestabilidad se mantiene en gran medida debido a las tensiones geopolíticas, cuyo indicador más claro y consecuencia más directa en el mercado es el precio del petróleo. La alta dependencia de las principales economías de esta materia prima hace que las fuertes alzas que está experimentando provoquen importantes desajustes en las economías nacionales y, por supuesto, en las empresas. Por fin -para mal- el precio del petróleo West Texas Intermediate -WTI, de referencia en Estados Unidos- rebasó la barrera sicológica que en varias ocasiones llegó a rozar: los 100 dólares por barril. Este récord no se extendió mucho, ya que regresó a niveles más bajos en la jornada de ayer, pero causó un daño que, ahora más que nunca -en tiempos de crisis- amenaza con echar por tierra los planes de las autoridades monetarias. El referente sigue siendo Estados Unidos, donde los mercados esperan que la Reserva Federal estadounidense -Fed- siga bajando tipos. También ahora más que nunca a esta economía se le presenta el fantasma de la inflación, que lleva meses amenazando y, de hecho, perjudicando a la zona euro. ¿Resultado? Más desconfianza, ya que una inflación por encima de las previsiones podría obligar a la Fed a modificar su estrategia monetaria. Su objetivo es impulsar el crecimiento económico, pero puede que no a cualquier precio. Si la economía ya crecía poco, el factor petróleo amenaza con frenarla.